Muere el Seminario de Servitá, Patrimonio Arquitectónico de García Rovira

 

Por estos días, las ruinas fueron demolidas, a pesar de su valor arquitectónico e histórico.

Por Rubén Darío Rodríguez López

Por patrimonio Cultural Arquitectónico se entiende las edificaciones que son representativas de una sociedad, de su forma de vida, ideología, economía, tecnología, productividad, etc., y de un momento histórico determinado, que, además, posee un reconocimiento e importancia cultural a causa de su antigüedad, significado histórico, por cumplir una función social o científica, estar ligados a nuestro pasado cultural, por su diseño, así como por sus valores intrínsecos, arquitectónicos, funcionales, espaciales, tecnológicos y estéticos, entre otros.

se le ha definido como «todo aquello que puede representar valor para el conocimiento de la cultura del pasado histórico». Haciendo la aclaración que, como lo expresa la Carta de Venecia, documento internacional relativo a la conservación del patrimonio cultural, «la noción de monumento comprende la creación arquitectónica aislada, así como también el sitio urbano o rural que nos ofrece el testimonio de una civilización particular, de una fase representativa de la evolución o progreso, o de un suceso histórico. Se refiere, no sólo a las grandes creaciones, sino igualmente a las obras modestas que han adquirido con el tiempo un significado cultural». Así, las obras arquitectónicas son legados históricos que nos han dejado nuestros antepasados y constituyen nuestro patrimonio arquitectónico. Debemos conocerlas, estudiarlas, valorarlas y conservarlas para transmitirlas a las generaciones futuras. (Terán Bonilla. J.A., La importancia del patrimonio arquitectónico como documento histórico, 2002).

La encomienda de Servitá, en la provincia de García Rovira, fue una de las primeras poblaciones creadas por los españoles, junto a las de Carcasí, Guaca y Tequia. Sus orígenes se remontan hacia mediados del siglo XVI, inicialmente estas encomiendas (poblaciones) eran muy poco pobladas, Servitá tenía una población de 331 indígenas y su encomendero era Francisco de la Parra; Carcasí tenía 398 indígenas y su encomendero era José de Rojas Camacho; Guaca y Cepitá tenían 573 indígenas y su encomendero era Ortún Velazco y finalmente Tequia, con 72 indígenas y su encomendero Juan Rodríguez de la Parra. Por tales razones eran sujetas a continuos cambios y traslados de sus indígenas y mestizos a otras encomiendas cercanas, con el fin de concentrar mayor número de pobladores, para hacer más eficientes las labores agropecuarias y las prácticas de adoctrinamiento religioso.

Si bien es cierto que la fundación de Málaga, inicialmente es reseñada hacia el año 1542, se conoce también que fue destruida y posteriormente refundada unos 150 años después, lo que permitió que solamente sobrevivieran las encomiendas de Tequia y Servitá, quienes se proyectaban como punto de enlace entre las ciudades de Tunja y Pamplona, también recién creadas.

Lucena Salmoral, M. (1965), reporta que, al realizarle un examen a los doctrineros encargados de la evangelización de los indios, se le recomendó a D. Juan de Borja, director religioso de la encomienda, el cambio de los doctrineros de Tequia y al no acceder, se le quitan estas doctrinas. Esta situación hace que el Visitador Juan de Villabona y Zubiaurre, en el año 1623, en asocio con el escribano Rodrigo Zapata y varios comisionados, dispusieran agrupar a los indios de los repartimientos de Servitá, encomienda de Andrés del Basto, Carcasí de Esteban Lorenzo y Tequia de Antonio de Enciso, en la población de Servitá.

Esta agrupación representaba una general ventaja para los pobladores españoles y también pretendía la conservación y mejoramiento de los indios. Los misioneros, por otra parte, la saludaban como medida muy conveniente para sus oficios de doctrina. Sin embargo, en el caso de los indios de Tequia, esta medida fue desacertada, ya que muchos de ellos se retiraron de la nueva población de Servitá hacia otras partes, por lo cual se dio comisión a Salvador de Ojeda para hacer la lista y descripción de los indios de Tequia, con la misión de obligarlos a concurrir a poblarse en Servitá.

En el año 1772, ya habiéndose creado la mayoría de parroquias de la provincia de García Rovira, Servitá seguía siendo el centro de adoctrinamiento religioso de los padres Dominicos y de allí dependía la parroquia de La Concepción. Motivados por la multiplicación de parroquias, los habitantes de los aposentos de los Cerrillos iniciaron gestiones para obtener su propia parroquia, este asentamiento tenía una población aproximada de 400 habitantes y se encontraba ubicado entre Servitá y La Concepción, y aunque su pobreza era reconocida, sus vecinos, en cabeza de don Vicente Calderón, iniciaron las gestiones y se comprometieron a construir una iglesia decente y a hipotecar sus tierras y ganados para sostener al cura, la lámpara del santísimo y las tres cofradías requeridas. Fue así como finalmente, el 24 de mayo de 1775, se decretó la erección de la parroquia de Nuestra Señora del Rosario del Cerrito. (Villamizar Pabón. S. Poblamiento regional, etnohistoria y etnografía en Pamplona. 2017).

Estos apartes de la historia de la colonización de la provincia de García Rovira, permiten concluir que Servitá fue un centro de congregación y adoctrinamiento religioso de la región, no solo durante esta época, sino posteriormente durante las décadas siguientes y con la construcción de la edificación del seminario Eudista, a través de la formación de seminaristas y sacerdotes durante la mitad del siglo XIX y comienzos del siglo XX.

Por estos días, las ruinas fueron demolidas en su totalidad, a pesar de que su valor arquitectónico e histórico representara, no solo para la región, sino para Santander y Colombia, toda esa historia de colonización y de desarrollo a través de los años, que ha tenido la provincia. Queda el sinsabor que muy pocas personas, o tal vez ninguno de los responsables de gestionar la recuperación o el mantenimiento de estas estructuras de patrimonio histórico, hizo lo suficiente para rescatarlo. Nuestros nietos y próximas generaciones solo podrán apreciarlo en fotos y tal vez nunca conocerán la verdadera historia de su indiscutible aporte a la existencia de lo que es hoy el municipio de Cerrito.

Con lo anterior, se pierden siglos de historia, de cultura, pero, sobre todo, una oportunidad de oro, de contar con una verdadera joya arquitectónica que, sin duda alguna, sería un sitio de visita obligada de visitantes y turistas, no solo para conocer la historia, sino como preámbulo para conectarse con el hermoso paisaje natural que nos brinda el páramo del Almorzadero y su majestuoso Cóndor de los Andes.

Este es un ejemplo, entre muchos patrimonios arquitectónicos de la provincia de García Rovira, que han sido destruidos, simplemente por la desidia o por la ignorancia de gobernantes de turno, que no tenían ni idea de lo que representa una casa, una iglesia, una construcción antigua para el rescate de la cultura, la historia y la promoción del turismo en cada uno de sus municipios.

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