Por patrimonio Cultural Arquitectónico se entiende las
edificaciones que son representativas de una sociedad, de su forma de vida,
ideología, economía, tecnología, productividad, etc., y de un momento histórico
determinado, que, además, posee un reconocimiento e importancia cultural a
causa de su antigüedad, significado histórico, por cumplir una función social o
científica, estar ligados a nuestro pasado cultural, por su diseño, así como
por sus valores intrínsecos, arquitectónicos, funcionales, espaciales,
tecnológicos y estéticos, entre otros.
se le ha definido como «todo aquello que puede
representar valor para el conocimiento de la cultura del pasado histórico».
Haciendo la aclaración que, como lo expresa la Carta de Venecia, documento
internacional relativo a la conservación del patrimonio cultural, «la noción de
monumento comprende la creación arquitectónica aislada, así como también el
sitio urbano o rural que nos ofrece el testimonio de una civilización
particular, de una fase representativa de la evolución o progreso, o de un
suceso histórico. Se refiere, no sólo a las grandes creaciones, sino igualmente
a las obras modestas que han adquirido con el tiempo un significado cultural».
Así, las obras arquitectónicas son legados históricos que nos han dejado
nuestros antepasados y constituyen nuestro patrimonio arquitectónico. Debemos
conocerlas, estudiarlas, valorarlas y conservarlas para transmitirlas a las
generaciones futuras. (Terán Bonilla. J.A., La importancia del patrimonio
arquitectónico como documento histórico, 2002).
La encomienda de Servitá, en la provincia de García
Rovira, fue una de las primeras poblaciones creadas por los españoles, junto a
las de Carcasí, Guaca y Tequia. Sus orígenes se remontan hacia mediados del
siglo XVI, inicialmente estas encomiendas (poblaciones) eran muy poco pobladas,
Servitá tenía una población de 331 indígenas y su encomendero era Francisco de
la Parra; Carcasí tenía 398 indígenas y su encomendero era José de Rojas
Camacho; Guaca y Cepitá tenían 573 indígenas y su encomendero era Ortún Velazco
y finalmente Tequia, con 72 indígenas y su encomendero Juan Rodríguez de la
Parra. Por tales razones eran sujetas a continuos cambios y traslados de sus
indígenas y mestizos a otras encomiendas cercanas, con el fin de concentrar
mayor número de pobladores, para hacer más eficientes las labores agropecuarias
y las prácticas de adoctrinamiento religioso.
Si bien es cierto que la fundación de Málaga,
inicialmente es reseñada hacia el año 1542, se conoce también que fue destruida
y posteriormente refundada unos 150 años después, lo que permitió que solamente
sobrevivieran las encomiendas de Tequia y Servitá, quienes se proyectaban como
punto de enlace entre las ciudades de Tunja y Pamplona, también recién creadas.
Lucena Salmoral, M. (1965), reporta que, al realizarle
un examen a los doctrineros encargados de la evangelización de los indios, se
le recomendó a D. Juan de Borja, director religioso de la encomienda, el cambio
de los doctrineros de Tequia y al no acceder, se le quitan estas doctrinas.
Esta situación hace que el Visitador Juan de Villabona y Zubiaurre, en el año
1623, en asocio con el escribano Rodrigo Zapata y varios comisionados,
dispusieran agrupar a los indios de los repartimientos de Servitá, encomienda
de Andrés del Basto, Carcasí de Esteban Lorenzo y Tequia de Antonio de Enciso,
en la población de Servitá.
Esta agrupación representaba una general ventaja para
los pobladores españoles y también pretendía la conservación y mejoramiento de
los indios. Los misioneros, por otra parte, la saludaban como medida muy
conveniente para sus oficios de doctrina. Sin embargo, en el caso de los indios
de Tequia, esta medida fue desacertada, ya que muchos de ellos se retiraron de
la nueva población de Servitá hacia otras partes, por lo cual se dio comisión a
Salvador de Ojeda para hacer la lista y descripción de los indios de Tequia,
con la misión de obligarlos a concurrir a poblarse en Servitá.
En el año 1772, ya habiéndose creado la mayoría de
parroquias de la provincia de García Rovira, Servitá seguía siendo el centro de
adoctrinamiento religioso de los padres Dominicos y de allí dependía la
parroquia de La Concepción. Motivados por la multiplicación de parroquias, los
habitantes de los aposentos de los Cerrillos iniciaron gestiones para obtener
su propia parroquia, este asentamiento tenía una población aproximada de 400
habitantes y se encontraba ubicado entre Servitá y La Concepción, y aunque su
pobreza era reconocida, sus vecinos, en cabeza de don Vicente Calderón,
iniciaron las gestiones y se comprometieron a construir una iglesia decente y a
hipotecar sus tierras y ganados para sostener al cura, la lámpara del santísimo
y las tres cofradías requeridas. Fue así como finalmente, el 24 de mayo de 1775,
se decretó la erección de la parroquia de Nuestra Señora del Rosario del
Cerrito. (Villamizar Pabón. S. Poblamiento regional, etnohistoria y etnografía
en Pamplona. 2017).
Estos apartes de la historia de la colonización de la
provincia de García Rovira, permiten concluir que Servitá fue un centro de
congregación y adoctrinamiento religioso de la región, no solo durante esta época,
sino posteriormente durante las décadas siguientes y con la construcción de la
edificación del seminario Eudista, a través de la formación de seminaristas y
sacerdotes durante la mitad del siglo XIX y comienzos del siglo XX.
Por estos días, las ruinas fueron demolidas en su
totalidad, a pesar de que su valor arquitectónico e histórico representara, no
solo para la región, sino para Santander y Colombia, toda esa historia de
colonización y de desarrollo a través de los años, que ha tenido la provincia.
Queda el sinsabor que muy pocas personas, o tal vez ninguno de los responsables
de gestionar la recuperación o el mantenimiento de estas estructuras de
patrimonio histórico, hizo lo suficiente para rescatarlo. Nuestros nietos y
próximas generaciones solo podrán apreciarlo en fotos y tal vez nunca conocerán
la verdadera historia de su indiscutible aporte a la existencia de lo que es
hoy el municipio de Cerrito.
Con lo anterior, se pierden siglos de historia, de cultura,
pero, sobre todo, una oportunidad de oro, de contar con una verdadera joya
arquitectónica que, sin duda alguna, sería un sitio de visita obligada de
visitantes y turistas, no solo para conocer la historia, sino como preámbulo
para conectarse con el hermoso paisaje natural que nos brinda el páramo del Almorzadero
y su majestuoso Cóndor de los Andes.
Este es un ejemplo, entre muchos patrimonios
arquitectónicos de la provincia de García Rovira, que han sido destruidos, simplemente
por la desidia o por la ignorancia de gobernantes de turno, que no tenían ni
idea de lo que representa una casa, una iglesia, una construcción antigua para
el rescate de la cultura, la historia y la promoción del turismo en cada uno de
sus municipios.