529 años. Si hay una punta… tiene que haber otra…

 “Tienen disposición y gallardía; y es gente blanca, limpia,

curiosa, los rostros aguileños, y facciones de linda 

y agraciada compostura”.

Juan de Castellanos, 1.555

Por Germán Alfonso Garcés Mariño
Chicamocha News - octubre 10 de 2021.

Principio tienen las cosas, pero también tienen final, podemos tener la certeza muchas veces, de cómo inician, o de cómo las iniciamos; pero siempre tendremos la incertidumbre de cómo terminarán.

No dejan de ser sorprendentes los relatos, historias, narraciones, que el pasado nos ha dejado como herencia; resultando curioso ver cómo en los extremos del río Chicamocha, verdaderos personajes, ancestros del Chicamocha Medio, ofrendaron su vida por defender lo que, por derecho, era propio.

Verdaderos héroes como el Cacique Tundama, quién se enfrentó a Baltazar Maldonado hasta agotar sus propias fuerzas y morir asesinado en las inmediaciones de Duitama, por allá hacia 1.531.

Héroes como el Cacique Guanentá, el cual años más tarde, en el otro extremo del Río, se enfrentaba a Martín Galeano y, no dando su brazo a torcer, prefirió arrojarse a las estribaciones del Cañón del Chicamocha, en un gesto de grandeza y, sobre todo de ética, capaz de interpretar la responsabilidad del verdadero líder. 

Dos leyendas unen a estos hombres, ya que en ambas culturas la tradición oral relata cómo las viudas e hijos de estos guerreros y sus soldados se resguardaban en las cuevas del Cañón del Chicamocha, con sus lágrimas dieron ese color plata, del cual deriva su nombre; “hilo de plata, en noche de luna llena”. (Foto UNIRED - UIS).

Así como estas, se multiplican las narraciones a lo largo y ancho de nuestro continente, 529 años tras la llegada de Cristóbal Colón Fontanarrosa, después de 70 días de viaje, (3 de agosto – 12 de octubre de 1.492), a este territorio. Parte del folclor, la realidad o la ficción, se han ido perdiendo, no por lo anecdóticas que puedan ser, o por la característica heroica de las mismas, mas sí por el desinterés, la pérdida de valores, la ética, el valor, la educación y hasta la familia; como ya lo hemos dicho, una civilización que se acostumbró a perder.

En los últimos años se han generado inconformismos, no solo en Colombia, en diversos países de nuestra región, después de meses de luchas con tristeza se llega a creer que son motivaciones más políticas o politiqueras qué verdaderos deseos de transformación, se han levantado los sindicatos, se han levantado los gremios, se han levantado los campesinos, se han levantado los jóvenes… pero se han extinguido y debilitado; duele saber que muchas de esas gestas tienen su precio.

Se confunde la protesta con el sobresalir, con el mostrarse, con el generar impactos mediáticos, se confunde la protesta con una herramienta para otros bienes; menos, para el bien común y sí aprovechan ese desequilibrio para polarizar más a la humanidad.

Se agudiza la arrogancia y la irracionalidad, llegando a ver a las turbas ensañadas contra el concreto, el vidrio o el bronce; destruyendo hitos que, si bien para algunos hacen homenaje a personas que no se lo merecen, para otros son el recuerdo del sometimiento y la barbarie, pero también del heroísmo de hombres como Guanentá, como Tundama y de las lágrimas de sus familias.

Este 12 de octubre, una vez más, veremos enarbolando las banderas a siniestros personajes recientes, esos politiqueros de turno que son la reencarnación de los antiguos colonos y su hambre de tierra, poder y votos, los lleva a utilizar medios diversos con el fin de mantener su poder y cubrir sus espaldas; somos fruto de sus designios, porque soterradamente permitimos que este lumpen, compuesto por autodenominados líderes del pueblo, que juegan con la necesidad y el miedo de las personas, esos líderes que encontramos en las esquinas y las instituciones, sobre todo las públicas, dedicados a la extorsión de la conciencia, que soterradamente prestan en las noches sus casas para reuniones clandestinas en las que conminan a los servidores públicos, a los contratistas, a las personas que tienen sus sueños en el título profesional de sus hijos, a todos los que tienen esperanzas en el cumplimiento del papel del Estado por los gobernantes; a trabajar, financiar y votar por estos colonizadores eternos.

Escondidos bajo el lema de, “si tiene pruebas denuncie”, cimentan la tiranía de la corrupción, en su lenguaje permanentemente se escuchan palabras como proyecto, sostenibilidad, turismo… entre otras muchas que acuñan, a veces sin entender su significado y que en su argot se transforman en la conocida frase, “es que el doctor si nos va a dar juego”

Y ese doctor, elocuente en sus discursos y adalid de la honestidad, nos llena de proyectos inconclusos, carreteras, colegios, establecimientos deportivos, hospitales, plazas públicas y porque no, recientemente el contrato 1043 de 2020 con Unión Temporal Centros Poblados para conectar a internet a 7 mil colegios en veredas y zonas rurales de 15 departamentos del país, por 1,07 billones de pesos.

No resulta difícil identificar estos llamados elefantes blancos, lamentablemente solo tenemos que salir de nuestras casas y a escasas calles en cada uno de los municipios de nuestro país, pastan ese tipo de animalitos.

Estos personajes son la reencarnación actual de Martín Galeano, Baltasar Maldonado y tantos otros que bañaron de sangre nuestros valles, montañas y ríos. Vivimos sometidos al mesianismo, seguimos esperando redentores que vengan a salvarnos. Cómo nos hace falta la herencia Muisca, de la cual pareciera que solo nos queda la pasión por la chicha.

La región del Chicamocha Medio y su historia reciente, tan antigua como la misma colonia, con municipios como Málaga, Capitanejo, Cocuy y Soatá, donde su trascendencia bordea los 500 años, no dejan de ser ejemplos claros de esta continua colonización y se transforman en ejemplo vivo de cómo basamos nuestro destino por interpuesta persona, rechazamos lo nuestro y terminamos alabando lo foráneo, mirando para otro lado, cuando estos personajes más que hoja de vida traen prontuario. Lacónicamente seguimos visitando a nuestros líderes en las cárceles, haciéndoles monumentos y homenajes a nuestros propios enterradores, criticando y señalando a quienes no lo comparten; es hora de derrumbar esos monumentos.

Siempre, mucho he repetido, hay que cambiar, “el hacer por hacer, por el saber hacer”.

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