“Tienen disposición y gallardía; y es gente blanca, limpia,
curiosa, los rostros aguileños, y facciones de linda
y agraciada compostura”.
Juan de Castellanos, 1.555
Principio tienen las cosas, pero también tienen final,
podemos tener la certeza muchas veces, de cómo inician, o de cómo las
iniciamos; pero siempre tendremos la incertidumbre de cómo terminarán.
No dejan de ser sorprendentes los relatos, historias,
narraciones, que el pasado nos ha dejado como herencia; resultando curioso ver
cómo en los extremos del río Chicamocha, verdaderos personajes, ancestros del
Chicamocha Medio, ofrendaron su vida por defender lo que, por derecho, era
propio.
Verdaderos héroes como el Cacique Tundama, quién se
enfrentó a Baltazar Maldonado hasta agotar sus propias fuerzas y morir
asesinado en las inmediaciones de Duitama, por allá hacia 1.531.
Héroes como el Cacique Guanentá, el cual años más tarde, en el otro extremo del Río, se enfrentaba a Martín Galeano y, no dando su brazo a torcer, prefirió arrojarse a las estribaciones del Cañón del Chicamocha, en un gesto de grandeza y, sobre todo de ética, capaz de interpretar la responsabilidad del verdadero líder.
Dos leyendas unen a estos hombres, ya que en ambas
culturas la tradición oral relata cómo las viudas e hijos de estos guerreros y
sus soldados se resguardaban en las cuevas del Cañón del Chicamocha, con sus
lágrimas dieron ese color plata, del cual deriva su nombre; “hilo de
plata, en noche de luna llena”. (Foto UNIRED - UIS).
Así como estas, se multiplican las narraciones a lo largo
y ancho de nuestro continente, 529 años tras la llegada de Cristóbal Colón
Fontanarrosa, después de 70 días de viaje, (3 de agosto – 12 de octubre de 1.492),
a este territorio. Parte del folclor, la realidad o la ficción, se han ido
perdiendo, no por lo anecdóticas que puedan ser, o por la característica
heroica de las mismas, mas sí por el desinterés, la pérdida de valores, la
ética, el valor, la educación y hasta la familia; como ya lo hemos dicho, una
civilización que se acostumbró a perder.
En los últimos años se han generado inconformismos, no
solo en Colombia, en diversos países de nuestra región, después de meses de
luchas con tristeza se llega a creer que son motivaciones más políticas o
politiqueras qué verdaderos deseos de transformación, se han levantado los
sindicatos, se han levantado los gremios, se han levantado los campesinos, se
han levantado los jóvenes… pero se han extinguido y debilitado; duele saber que
muchas de esas gestas tienen su precio.
Se confunde la protesta con el sobresalir, con el mostrarse, con el generar impactos mediáticos, se confunde la protesta con una herramienta para otros bienes; menos, para el bien común y sí aprovechan ese desequilibrio para polarizar más a la humanidad.
Se agudiza la arrogancia y la irracionalidad, llegando a
ver a las turbas ensañadas contra el concreto, el vidrio o el bronce;
destruyendo hitos que, si bien para algunos hacen homenaje a personas que no se
lo merecen, para otros son el recuerdo del sometimiento y la barbarie, pero
también del heroísmo de hombres como Guanentá, como Tundama y de las lágrimas
de sus familias.
Este 12 de octubre, una vez más, veremos enarbolando las
banderas a siniestros personajes recientes, esos politiqueros de turno que son
la reencarnación de los antiguos colonos y su hambre de tierra, poder y votos,
los lleva a utilizar medios diversos con el fin de mantener su poder y cubrir
sus espaldas; somos fruto de sus designios, porque soterradamente permitimos
que este lumpen, compuesto por autodenominados líderes del pueblo, que juegan
con la necesidad y el miedo de las personas, esos líderes que encontramos en
las esquinas y las instituciones, sobre todo las públicas, dedicados a la
extorsión de la conciencia, que soterradamente prestan en las noches sus casas
para reuniones clandestinas en las que conminan a los servidores públicos, a
los contratistas, a las personas que tienen sus sueños en el título profesional
de sus hijos, a todos los que tienen esperanzas en el cumplimiento del papel
del Estado por los gobernantes; a trabajar, financiar y votar por estos
colonizadores eternos.
Escondidos bajo el lema de, “si tiene pruebas
denuncie”, cimentan la tiranía de la corrupción, en su lenguaje
permanentemente se escuchan palabras como proyecto, sostenibilidad, turismo…
entre otras muchas que acuñan, a veces sin entender su significado y que en su
argot se transforman en la conocida frase, “es que el doctor si nos va a dar
juego” …
Y ese doctor, elocuente en sus discursos y adalid de la
honestidad, nos llena de proyectos inconclusos, carreteras, colegios,
establecimientos deportivos, hospitales, plazas públicas y porque no, recientemente
el contrato 1043 de 2020 con Unión Temporal Centros Poblados para conectar a
internet a 7 mil colegios en veredas y zonas rurales de 15 departamentos del
país, por 1,07 billones de pesos.
No resulta difícil identificar estos llamados elefantes
blancos, lamentablemente solo tenemos que salir de nuestras casas y a escasas
calles en cada uno de los municipios de nuestro país, pastan ese tipo de
animalitos.
Estos personajes son la reencarnación actual de Martín
Galeano, Baltasar Maldonado y tantos otros que bañaron de sangre nuestros
valles, montañas y ríos. Vivimos sometidos al mesianismo, seguimos esperando redentores
que vengan a salvarnos. Cómo nos hace falta la herencia Muisca, de la cual
pareciera que solo nos queda la pasión por la chicha.
La región del Chicamocha Medio y su historia reciente, tan antigua como la misma colonia, con municipios como Málaga, Capitanejo, Cocuy y Soatá, donde su trascendencia bordea los 500 años, no dejan de ser ejemplos claros de esta continua colonización y se transforman en ejemplo vivo de cómo basamos nuestro destino por interpuesta persona, rechazamos lo nuestro y terminamos alabando lo foráneo, mirando para otro lado, cuando estos personajes más que hoja de vida traen prontuario. Lacónicamente seguimos visitando a nuestros líderes en las cárceles, haciéndoles monumentos y homenajes a nuestros propios enterradores, criticando y señalando a quienes no lo comparten; es hora de derrumbar esos monumentos.
Siempre, mucho he repetido, hay que cambiar, “el hacer por hacer, por el
saber hacer”.