El maíz importado sale más caro y perdió su competitividad frente al maíz local

Por Henry Vanegas A, Gerente General FENALCE (hvanegas@fenalcecolombia.org) (Foto La República). 
Chicamocha News - 18 de octubre de 2021

Los preceptos con los que se gestó la apertura económica del 91 y la política comercial de los últimos treinta años hizo crisis desde mediados del 2020, porque ya no es posible adquirir materias primas más baratas en el mercado internacional, los mercados son cambiantes y la torta se volteó.

Con la preocupación del Covid.19, aún latente a nivel global, y la urgencia en reactivar las grandes economías, se tiene hoy un escenario internacional de precios altos de los commodities agrícolas como el maíz y la soya, que puede durar 3 a 4 años o incluso más, lapso que es preciso aprovechar si es que queremos algún día tener seguridad y soberanía alimentaria, por lo cual urge reactivar el agro en nuestro país, implementar encadenamientos productivos agro-ganaderos, tener un suministro más estable de comida, con lo cual se genera empleo e ingresos para ayudar a reconstruir el campo y a dinamizar nuestra maltrecha economía nacional y la paz social.

El maíz es la fuente de calorías y el frijol-soya la fuente de proteínas, con los cuales se elabora el alimento balanceado para producir pollo, huevos, carne de cerdo, pescado, leche y carne. La gran demanda de alimentos, liderada por China, elevó los precios en la Bolsa de Chicago y en los mercados a futuro se mantiene la cotización del maíz en promedio a 220 dólares la tonelada y la soya a más del doble. Partiendo de esos precios, desde el origen y con la tasa de cambio actual, arranca el maíz a 880.000 pesos la tonelada, puesta allá en Chicago. Pero la necesitamos es acá, hay que traerla, nacionalizarla y ponerla en la puerta de la fábrica, que esté disponible para el consumo y esa logística de transporte vale más de cien dólares y esta es la oportunidad para demostrar que a más de 320 dólares por tonelada sale más barato comprar maíz nacional.

La subida del precio del barril de petróleo encareció los fletes, tanto fluviales (del cinturón maicero al golfo de México), como marítimos (de FOB Golfo hasta Puerto Colombiano CIF) y el transporte terrestre del puerto hasta la fábrica de alimentos balanceados o al sitio de consumo. Cada trayecto cuesta alrededor de 30 dólares, por lo cual esos gastos de logística y portuarios acumulados alcanzan los 90 a 100 dólares por tonelada, equivalente a 360.000 a 400.000 pesos adicionales, sin contabilizar mermas, coberturas, opciones o instrumentos de manejo del riesgo, sobrecostos por demoras ni contratiempo alguno. Así las cosas, la tonelada de maíz importado sale, grosso modo, en UN MILLON TRESCIENTOS MIL PESOS (COP$1’300.000 /tonelada puesta aquí).

Un análisis comparativo de los hechos económicos, suscitados antes y después de la pandemia, nos lleva a la conclusión que el mercado internacional cambió: hoy hay una mayor demanda mundial por comida y para el caso del maíz y la soya se tiene un precio alto desde el origen con marcada tendencia alcista, porque cada día más zonas agrícolas del mundo se resienten por el influjo del cambio climático; los inventarios de estos commodities están en su nivel histórico más bajo y van a tardar en recuperarse; por eso es la gran oportunidad de producir esas materias primas aquí, más ahora, cuando atender el nivel de consumo creciente que exige la reactivación simultánea de todos los países a nivel global, y cuando a nivel interno, el petróleo y del dólar permanecen altos, favoreciendo aún más la producción local.

Al ser Colombia un país tomador de precio, dependiente de esas materias primas agrícolas como el maíz y la soya para su producción pecuaria, debe asumir un alto costo desde el origen y no hay como influenciar ni depende de este país consumidor el que estos granos básicos bajen de precio. Por el contrario, cada vez vamos a estar demandando más maíz y más soya para atender la demanda interna de alimentos balanceados para la producción de pollo, huevo, cerdo, pescado, leche, carne y alimento para las mascotas, además del consumo humano y otros usos alimenticios e industriales.

El maíz y la soya van a seguir creciendo al 6% anual, jalonado por la demanda, siendo la gran oportunidad de inversión que se abre para que el maíz colombiano se siga consolidando poco a poco, demostrando que el maíz duro cristalino Flint que se produce en este país, es de una mejor calidad frente al maíz dentado que se importa; las productividades alcanzadas con maíz tecnificado en diferentes zonas colombianas con ventajas comparativas y buena oferta ambiental (en las cuales se cosechan 8 a 10 toneladas de maíz por hectárea) y las características de textura, sanidad e inocuidad y frescura del grano, por lo cual es apetecido por el consumo humano, al punto que hay que apostarle a que la industria pecuaria podría mejorar aún más sus altos índices de productividad si incorpora el maíz local en sus preparaciones, tal como lo demuestra la experiencia de Fazenda, produciendo carne de cerdo con alta calidad competitiva desde Llano adentro.

Se hace necesario que todos los actores de la cadena reconozcan que este mercado local sigue siendo funcional y que no se requiere imponer las condiciones de negociación de otras latitudes. Además, al ser este es un país de regiones, las zonas productoras de maíz y de soya o de arroz que roten con estos cultivares de maíz o de soya, entre más alejadas de los Puertos, van a tener una mayor ventaja comparativa frente al material importado, lo cual torna más atractivo el precio a competir con maíz y soya local en la puerta de la fábrica y los centros de consumo regionales.

No es una coyuntura, llevamos un año con precios altos y todo indica que esos factores que contribuyen a la formación del precio están y van a seguir alineados con una tendencia sostenida al alza (Precio internacional, fletes y precio del dólar) y al no depender ese alto precio de una sola variable se garantiza un escenario de estabilidad en el mediano plazo y permite augurar precios altos para la producción local, no sólo en ésta, sino en las cosechas venideras. Hoy se tienen mapeadas zonas con altas productividades, hay una buena oferta de semilla (aquí están las grandes semilleras del mundo y hay empresas nacionales de semillas, incluido el gremio cerealista con híbridos de marca propia), se tienen validadas buenas prácticas de cultivo y los agricultores han ganado en experticia de producción empresarial tecnificada, con lo cual rápidamente estos cultivares pueden entrar a contribuir en la reactivación de nuestra maltrecha economía personal, familiar, local, regional y nacional, tan deteriorada a consecuencia de la pandemia.

Colombia debe afianzar su capacidad productiva e incursionar decididamente en la apuesta por la producción local de cultivos agroalimenticios de ciclo corto, para una demanda insatisfecha que jalona al 6% anual, en vez de seguir cultivando la ilusión de que ojalá sea otra situación coyuntural, resistiéndonos a aceptar la cambiante situación del mercado, al punto que importar ya no es la única salida porque el maíz importado ya no es competitivo, ni por precios, ni por calidad, ni por sanidad.

Preocupa que sigamos aferrados a que el escenario de la internalización de la economía va a seguir siendo invariable e imparable, que no puede haber espacio para una sustitución competitiva de importaciones y estamos es dejando pasar la oportunidad que tenemos como país para decidirnos a invertir, crecer en la producción agrícola, tener comida, generar riqueza y empleo rural.

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