Los preceptos con los que se gestó la apertura económica del 91 y la
política comercial de los últimos treinta años hizo crisis desde mediados del
2020, porque ya no es posible adquirir materias primas más baratas en el
mercado internacional, los mercados son cambiantes y la torta se volteó.
Con la preocupación del Covid.19, aún latente a nivel global, y la urgencia
en reactivar las grandes economías, se tiene hoy un escenario internacional de precios
altos de los commodities agrícolas como el maíz y la soya, que puede durar 3 a
4 años o incluso más, lapso que es preciso aprovechar si es que queremos algún
día tener seguridad y soberanía alimentaria, por lo cual urge reactivar el agro
en nuestro país, implementar encadenamientos productivos agro-ganaderos, tener un
suministro más estable de comida, con lo cual se genera empleo e ingresos para ayudar
a reconstruir el campo y a dinamizar nuestra maltrecha economía nacional y la
paz social.
El maíz es la fuente de calorías y el frijol-soya la fuente de proteínas,
con los cuales se elabora el alimento balanceado para producir pollo, huevos,
carne de cerdo, pescado, leche y carne. La gran demanda de alimentos, liderada
por China, elevó los precios en la Bolsa de Chicago y en los mercados a futuro
se mantiene la cotización del maíz en promedio a 220 dólares la tonelada y la
soya a más del doble. Partiendo de esos precios, desde el origen y con la tasa
de cambio actual, arranca el maíz a 880.000 pesos la tonelada, puesta allá en
Chicago. Pero la necesitamos es acá, hay que traerla, nacionalizarla y ponerla
en la puerta de la fábrica, que esté disponible para el consumo y esa logística
de transporte vale más de cien dólares y esta es la oportunidad para demostrar
que a más de 320 dólares por tonelada sale más barato comprar maíz nacional.
La subida del precio del barril de petróleo encareció los fletes, tanto
fluviales (del cinturón maicero al golfo de México), como marítimos (de FOB
Golfo hasta Puerto Colombiano CIF) y el transporte terrestre del puerto hasta
la fábrica de alimentos balanceados o al sitio de consumo. Cada trayecto cuesta
alrededor de 30 dólares, por lo cual esos gastos de logística y portuarios acumulados
alcanzan los 90 a 100 dólares por tonelada, equivalente a 360.000 a 400.000
pesos adicionales, sin contabilizar mermas, coberturas, opciones o instrumentos
de manejo del riesgo, sobrecostos por demoras ni contratiempo alguno. Así las
cosas, la tonelada de maíz importado sale, grosso modo, en UN MILLON
TRESCIENTOS MIL PESOS (COP$1’300.000 /tonelada puesta aquí).
Un análisis comparativo de los hechos económicos, suscitados antes y
después de la pandemia, nos lleva a la conclusión que el mercado internacional cambió:
hoy hay una mayor demanda mundial por comida y para el caso del maíz y la soya
se tiene un precio alto desde el origen con marcada tendencia alcista, porque cada
día más zonas agrícolas del mundo se resienten por el influjo del cambio
climático; los inventarios de estos commodities están en su nivel histórico más
bajo y van a tardar en recuperarse; por eso es la gran oportunidad de producir
esas materias primas aquí, más ahora, cuando atender el nivel de consumo
creciente que exige la reactivación simultánea de todos los países a nivel
global, y cuando a nivel interno, el petróleo y del dólar permanecen altos, favoreciendo
aún más la producción local.
Al ser Colombia un país tomador de precio, dependiente de esas materias
primas agrícolas como el maíz y la soya para su producción pecuaria, debe
asumir un alto costo desde el origen y no hay como influenciar ni depende de este
país consumidor el que estos granos básicos bajen de precio. Por el contrario,
cada vez vamos a estar demandando más maíz y más soya para atender la demanda
interna de alimentos balanceados para la producción de pollo, huevo, cerdo,
pescado, leche, carne y alimento para las mascotas, además del consumo humano y
otros usos alimenticios e industriales.
El maíz y la soya van a seguir creciendo al 6% anual, jalonado por la
demanda, siendo la gran oportunidad de inversión que se abre para que el maíz
colombiano se siga consolidando poco a poco, demostrando que el maíz duro
cristalino Flint que se produce en este país, es de una mejor calidad frente al
maíz dentado que se importa; las productividades alcanzadas con maíz
tecnificado en diferentes zonas colombianas con ventajas comparativas y buena
oferta ambiental (en las cuales se cosechan 8 a 10 toneladas de maíz por
hectárea) y las características de textura, sanidad e inocuidad y frescura del
grano, por lo cual es apetecido por el consumo humano, al punto que hay que
apostarle a que la industria pecuaria podría mejorar aún más sus altos índices
de productividad si incorpora el maíz local en sus preparaciones, tal como lo
demuestra la experiencia de Fazenda, produciendo carne de cerdo con alta calidad
competitiva desde Llano adentro.
Se hace necesario que todos los actores de la cadena reconozcan que este
mercado local sigue siendo funcional y que no se requiere imponer las
condiciones de negociación de otras latitudes. Además, al ser este es un país
de regiones, las zonas productoras de maíz y de soya o de arroz que roten con
estos cultivares de maíz o de soya, entre más alejadas de los Puertos, van a
tener una mayor ventaja comparativa frente al material importado, lo cual torna
más atractivo el precio a competir con maíz y soya local en la puerta de la
fábrica y los centros de consumo regionales.
No es una coyuntura, llevamos un año con precios altos y todo indica que
esos factores que contribuyen a la formación del precio están y van a seguir alineados
con una tendencia sostenida al alza (Precio internacional, fletes y precio del
dólar) y al no depender ese alto precio de una sola variable se garantiza un
escenario de estabilidad en el mediano plazo y permite augurar precios altos
para la producción local, no sólo en ésta, sino en las cosechas venideras. Hoy se
tienen mapeadas zonas con altas productividades, hay una buena oferta de
semilla (aquí están las grandes semilleras del mundo y hay empresas nacionales
de semillas, incluido el gremio cerealista con híbridos de marca propia), se
tienen validadas buenas prácticas de cultivo y los agricultores han ganado en experticia
de producción empresarial tecnificada, con lo cual rápidamente estos cultivares
pueden entrar a contribuir en la reactivación de nuestra maltrecha economía
personal, familiar, local, regional y nacional, tan deteriorada a consecuencia
de la pandemia.
Colombia debe afianzar su capacidad productiva e incursionar
decididamente en la apuesta por la producción local de cultivos
agroalimenticios de ciclo corto, para una demanda insatisfecha que jalona al 6%
anual, en vez de seguir cultivando la ilusión de que ojalá sea otra situación
coyuntural, resistiéndonos a aceptar la cambiante situación del mercado, al
punto que importar ya no es la única salida porque el maíz importado ya no es
competitivo, ni por precios, ni por calidad, ni por sanidad.
Preocupa que sigamos aferrados a que el escenario de la internalización
de la economía va a seguir siendo invariable e imparable, que no puede haber espacio
para una sustitución competitiva de importaciones y estamos es dejando pasar la
oportunidad que tenemos como país para decidirnos a invertir, crecer en la
producción agrícola, tener comida, generar riqueza y empleo rural.