No somos los primeros, ni los únicos, y ojalá no seamos los últimos… ¡Mamita…los Matachines…!

“Chirosas, Gumarras, Madamas, Diablos,

Indios, Sombras, Espantos, Josas…”.

Por Germán Alfonso Garcés Mariño

De origen incierto, pero siempre controversial, se han arraigado en nuestra cultura, evolucionado, persistiendo y tenido diversos enemigos, curiosamente muchos de ellos otrora fueron guardianes de su presencia… LOS MATACHINES…

Óleo, Maestro Luis Suarez.

Al escudriñar en el Norte de Boyacá y en García Rovira en Santander, en este territorio, que denominamos Chicamocha Medio, nos encontramos con una diversidad enorgullecedora de historias, tradiciones, mitos, leyendas, cuentos y hasta ocurrencias.

Usados de diversa manera, su origen con gran diversidad, pero ligado a la necesidad de abstraerse de la realidad que tiene el ser humano, llevó a crear acciones y situaciones, la mayoría de las veces con fines de esparcimiento, otros con tinte religioso, inclusive con tinte sociopolítico; el matachín tiene la significancia por excelencia para nuestra región del sentir navideño.

En ocasiones, para explicar lo inexplicable, en la Europa medieval y en las regiones nórdicas eran frecuentes sus actuaciones: para los cambios de estación, en los inicios y finales de cosecha y por qué no, simplemente un pretexto para intercambiar a la sombra de unas cervezas momentos con amigos y foráneos. Otros eventos identifican su presencia en regiones de África, Asia; al igual que en Australia y diversas regiones del mundo, lo que permite resaltar que el Matachín está estrechamente ligado a la misma humanidad.

Religiosamente han sido perseguidos en la historia reciente, sin embargo, diversas comunicaciones muestran cómo los matachines fueron introducidos, a manera de herramienta coercitiva, para la conversión de los indios en las nuevas tierras, “América”, debemos recordar que nuestros ancestros eran considerados ausentes de alma; casi como ahora.

En Colombia, a lo largo y ancho del país, los Matachines están generalizados, por ejemplo, en Buenaventura en el Pacífico, su presencia se hace al final de la Semana Santa, en una mezcla patrimonial de origen religioso; para el folclor tolimense los Matachines buscaban generar miedo en los infieles, vagabundos y niños desobedientes; cabe anotar que en este sector del país es donde se tienen los registros más antiguos de su existencia.

Haciendo un recorrido por las provincias de Norte y de Gutiérrez en Boyacá, la tradición de los Matachines se arraiga en el folclore como típico de las festividades navideñas, con comportamientos diferentes en cada uno de los municipios, al igual que lo pintoresco de sus disfraces, la caracterización de sus personajes y las acciones que realizan entre los diferentes eventos.

Desde la personificación del diablo y los espantos hasta la aparición de las Josas u osas en Soatá, Tipacoque, Boavita, La Uvita, hasta uno de los más representativos eventos, como lo es el festival de matachines del municipio de Guacamayas el 25 de diciembre.

Su organización, donde se mezcla el sector urbano y rural en que los denominados barrios y veredas participan activamente durante las denominadas novenas de aguinaldo, manifestándose mediante desfiles, danzas y la persecución de conocidos, amigos autoridades, lideres o simplemente transeúntes, conminándolos a la tienda más cercana y ejerciendo cierta cohesión para realizar un compartir o invitación forzosa.

Algunos municipios introducen la tradición de los matachines hacia el día 28 de diciembre para el denominado día de los Santos Inocentes, e inclusive, hacia el 31 de diciembre para la celebración del Año Nuevo, o para el 6 de enero con la festividad del día de Reyes.

Se destaca la presencia del personaje del diablo cuya acción en muchos municipios consiste en la de acompañar a los borrachos, al igual que la presencia de las denominadas Josas cuyo disfraz generalmente de musgos o fique, danzan continuamente por las calles y establecimientos comerciales.

Las máscaras, elaboradas previamente a partir de moldes de arcilla y recubiertos con capas de papel y pegamentos orgánicos, para posteriormente ser vistosamente coloreadas, y así dar vida a los diferentes personajes.

Curiosamente, en la región boyacense no existe la tradición de perseguir y agredir mediante la tradicional vejiga existente en la zona santandereana, compuesta por el mismo órgano vacuno y que se emplea para golpear a los denominados toreadores.

Ya en García Rovira en Santander, encontramos algunas modificaciones al comportamiento de los Matachines, quienes han abandonado la danza y han intensificado un modelo de contienda entre toreadores y Matachines, así como el ya relatado uso de la vejiga.

Los personajes iniciales estaban escenificados por las denominada Madamas, similares a las Josas y quienes peregrinaban por las diferentes veredas reuniendo las viandas para lo que sería la cena del 24 de diciembre; este matachín, conocido posteriormente como la Chirosa, cuyo voluminoso traje ha pasado de elementos orgánicos como musgos, cañas, hojarascas de maíz y fique, a materiales sintéticos; igualmente la tradicional Gumarra que ha desaparecido prácticamente de la escena, acompañados del Diablo y del Indio Piel Roja, quien al parecer pudo ser producto de la influencia norteamericana, o también del célebre personaje de la cajetilla de cigarrillos; otro personaje foráneo sobre finales de los años 60 aparece personificando a lo que serían los luchadores mexicanos, dando origen a la denominada sombra, la cual también está ausente de la tradición actual.

La evolución de las cosas ha llevado a que se introduzcan nuevos personajes, escenografías modernas e incluso un Matachín más comercial, está para pensar, que recordará, el Maestro Cortés, organizador tradicional de los matachines en Málaga y por qué no, Miguel, ese artista anónimo que elaboraba diversas máscaras de manera tradicional y las obsequiaba a los Matachines con el único requisito de mantener su anonimato, estos dos personajes tienen mucho que ver con la conservación de la tradición.

Los matachines no están ausentes de nuestras vidas, hacia el 15 de diciembre en las calles de muchos municipios se escucha el grito de los niños Mamita los Matachines...”, y es un grito acompañado de diversas sensaciones; la alegría de la Navidad, la conservación de la tradición y el miedo a lo desconocido.

Otro matachín y uno mucho menos relevante, es el que en estos días hemos visto por las plazas, por los barrios, por las veredas, en los diversos eventos y hasta en los funerales; con la máscara del líder social, líder del pueblo, poseedor de la verdad y la razón; pero estrechamente ligado a nuestra tradición, ese ser despreciable, que denominamos en muchas ocasiones, político tradicional, si bien no posee el pintoresco disfraz, ni la máscara mitológica, sí usan la máscara de su primo, su esposa,  su cuñado, su pariente, para, por interpuesta persona seguir ligado a la corrupción que él mismo ha construido… ese matachín, es el que debemos borrar de nuestra tradición.

Siempre,

Mucho he repetido, hay que cambiar, “el hacer por hacer, por el saber hacer”.

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