“Chirosas, Gumarras, Madamas, Diablos,
Indios, Sombras, Espantos, Josas…”.
De origen incierto, pero siempre controversial, se han arraigado en nuestra cultura, evolucionado, persistiendo y tenido diversos enemigos, curiosamente muchos de ellos otrora fueron guardianes de su presencia… LOS MATACHINES…
Al escudriñar en el Norte de Boyacá y en García Rovira en
Santander, en este territorio, que denominamos Chicamocha Medio, nos
encontramos con una diversidad enorgullecedora de historias, tradiciones, mitos,
leyendas, cuentos y hasta ocurrencias.
Usados de diversa manera, su origen con gran diversidad,
pero ligado a la necesidad de abstraerse de la realidad que tiene el ser humano,
llevó a crear acciones y situaciones, la mayoría de las veces con fines de
esparcimiento, otros con tinte religioso, inclusive con tinte sociopolítico; el
matachín tiene la significancia por excelencia para nuestra región del sentir
navideño.
En ocasiones, para explicar lo inexplicable, en la Europa
medieval y en las regiones nórdicas eran frecuentes sus actuaciones: para los
cambios de estación, en los inicios y finales de cosecha y por qué no,
simplemente un pretexto para intercambiar a la sombra de unas cervezas momentos
con amigos y foráneos. Otros eventos identifican su presencia en regiones de
África, Asia; al igual que en Australia y diversas regiones del mundo, lo que permite
resaltar que el Matachín está estrechamente ligado a la misma humanidad.
Religiosamente han sido perseguidos en la historia
reciente, sin embargo, diversas comunicaciones muestran cómo los matachines
fueron introducidos, a manera de herramienta coercitiva, para la conversión de
los indios en las nuevas tierras, “América”, debemos recordar que
nuestros ancestros eran considerados ausentes de alma; casi como ahora.
En Colombia, a lo largo y ancho del país, los Matachines están
generalizados, por ejemplo, en Buenaventura en el Pacífico, su presencia se
hace al final de la Semana Santa, en una mezcla patrimonial de origen religioso;
para el folclor tolimense los Matachines buscaban generar miedo en los infieles,
vagabundos y niños desobedientes; cabe anotar que en este sector del país es
donde se tienen los registros más antiguos de su existencia.
Haciendo un recorrido por las provincias de Norte y de Gutiérrez en Boyacá, la tradición de los Matachines se arraiga en el folclore como típico de las festividades navideñas, con comportamientos diferentes en cada uno de los municipios, al igual que lo pintoresco de sus disfraces, la caracterización de sus personajes y las acciones que realizan entre los diferentes eventos.
Desde la personificación del diablo y los espantos hasta
la aparición de las Josas u osas en Soatá, Tipacoque, Boavita, La Uvita, hasta uno
de los más representativos eventos, como lo es el festival de matachines del
municipio de Guacamayas el 25 de diciembre.
Su organización, donde se mezcla el sector urbano y rural
en que los denominados barrios y veredas participan activamente durante las
denominadas novenas de aguinaldo, manifestándose mediante desfiles, danzas y la
persecución de conocidos, amigos autoridades, lideres o simplemente transeúntes,
conminándolos a la tienda más cercana y ejerciendo cierta cohesión para
realizar un compartir o invitación forzosa.
Algunos municipios introducen la tradición de los
matachines hacia el día 28 de diciembre para el denominado día de los Santos Inocentes,
e inclusive, hacia el 31 de diciembre para la celebración del Año Nuevo, o para
el 6 de enero con la festividad del día de Reyes.
Se destaca la presencia del personaje del diablo cuya
acción en muchos municipios consiste en la de acompañar a los borrachos, al
igual que la presencia de las denominadas Josas cuyo disfraz generalmente de
musgos o fique, danzan continuamente por las calles y establecimientos
comerciales.
Las máscaras, elaboradas previamente a partir de moldes
de arcilla y recubiertos con capas de papel y pegamentos orgánicos, para
posteriormente ser vistosamente coloreadas, y así dar vida a los diferentes
personajes.
Curiosamente, en la región boyacense no existe la
tradición de perseguir y agredir mediante la tradicional vejiga existente en la
zona santandereana, compuesta por el mismo órgano vacuno y que se emplea para
golpear a los denominados toreadores.
Ya en García Rovira en Santander, encontramos algunas
modificaciones al comportamiento de los Matachines, quienes han abandonado la
danza y han intensificado un modelo de contienda entre toreadores y Matachines,
así como el ya relatado uso de la vejiga.
Los personajes iniciales estaban escenificados por las
denominada Madamas, similares a las Josas y quienes peregrinaban por las
diferentes veredas reuniendo las viandas para lo que sería la cena del 24 de diciembre;
este matachín, conocido posteriormente como la Chirosa, cuyo voluminoso traje ha pasado de elementos orgánicos
como musgos, cañas, hojarascas de maíz y fique, a materiales sintéticos; igualmente
la tradicional Gumarra que ha
desaparecido prácticamente de la escena, acompañados del Diablo y del Indio Piel Roja,
quien al parecer pudo ser producto de la influencia norteamericana, o también
del célebre personaje de la cajetilla de cigarrillos; otro personaje foráneo
sobre finales de los años 60 aparece personificando a lo que serían los
luchadores mexicanos, dando origen a la denominada sombra, la cual también está
ausente de la tradición actual.
La evolución de las cosas ha llevado a que se introduzcan
nuevos personajes, escenografías modernas e incluso un Matachín más comercial,
está para pensar, que recordará, el Maestro Cortés, organizador tradicional de
los matachines en Málaga y por qué no, Miguel, ese artista anónimo que
elaboraba diversas máscaras de manera tradicional y las obsequiaba a los Matachines
con el único requisito de mantener su anonimato, estos dos personajes tienen
mucho que ver con la conservación de la tradición.
Los matachines no están ausentes de nuestras vidas, hacia
el 15 de diciembre en las calles de muchos municipios se escucha el grito de
los niños “Mamita los Matachines...”, y es un grito
acompañado de diversas sensaciones; la alegría de la Navidad, la conservación
de la tradición y el miedo a lo desconocido.
Otro matachín y uno mucho menos relevante, es el que en estos días hemos visto por las plazas, por los barrios, por las veredas, en los diversos eventos y hasta en los funerales; con la máscara del líder social, líder del pueblo, poseedor de la verdad y la razón; pero estrechamente ligado a nuestra tradición, ese ser despreciable, que denominamos en muchas ocasiones, político tradicional, si bien no posee el pintoresco disfraz, ni la máscara mitológica, sí usan la máscara de su primo, su esposa, su cuñado, su pariente, para, por interpuesta persona seguir ligado a la corrupción que él mismo ha construido… ese matachín, es el que debemos borrar de nuestra tradición.
Siempre,
Mucho
he repetido, hay que cambiar, “el hacer por hacer, por el saber hacer”.