Saludos desde… Washington D.C. María Alejandra Clavijo Salomón, investigadora en Ciencias Biomédicas en Washington D.C. tiene raíces malagueñas


María Alejandra, Química Farmacéutica, especialista en Farmacia Magistral, doctora y pos- doctora en inmunología del Instituto Nacional de Salud de Washington, acompañada por sus padres.

(Serie de Pacelli Torres Valderrama)

En nuestra serie "Saludos desde …" Es un honor invitar en esta ocasión a María Alejandra Clavijo Salomón, investigadora del Instituto Nacional de Salud (NHI, por sus siglas en inglés), una institución que, por su importancia y prestigio, bien podría compararse con la NASA. Dejemos que sea ella misma quien nos hable de su trayectoria:

Soy la hija mayor de dos hermanas y la menor de un hermano mayor, de padre malagueño y de madre ibaguereña. Desde pequeña fui curiosa, pasaba el tiempo entre libros, películas de cine, arte, música, y muy pocos y brillantes amigos. De las vacaciones en Málaga recuerdo los paseos por el campo y las montañas, también admiraba las plantas del jardín de mi abuela Josefina Torres, pasaba las horas leyendo en la mecedora de mi abuelo José Rafael Clavijo. En esa mecedora nació la idea de volverme experta en la evolución de los lunares hacia el melanoma, inspirada por la enciclopedia de la época, que tuve al alcance de mis manos. En la infancia me veía de grande en dos profesiones, una de ellas sería diseñadora de modas y la otra medicina.

Con el paso del tiempo, el funcionamiento del cuerpo humano empezó a intrigarme más que el diseño de ropa, y tuve muy claro, a muy corta edad, que mi camino iba a ser por la medicina. Antes de entrar a la universidad pasé por todas las fases necesarias de la adolescencia que me forjaron como una persona independiente y persistente, de esas que, literalmente, se creen dueñas de su propio destino y con consciencia plena de que todo lo que soñaba ser lo iba a lograr; al mismo tiempo, siempre fui rebelde y terca, de esas niñas que nunca aceptó un no como respuesta. En pocas palabras, con las virtudes y defectos de una bogotana con mucha sangre santandereana.

Durante el colegio, recuerdo que en mi casa no se hablaba de otra universidad que no fuera la Universidad Nacional. De hecho, cuando mi papá se refería a "la universidad" siempre estaba hablando de la Nacional al punto que llegué a pensar que era la única del país. Mi primer desafío, sin éxito, fue intentar un cupo en Medicina. Tras dos intentos fallidos, mi hermano, quien en la época estaba en la facultad de Ingeniería, me aconsejó escoger otra carrera, una que, para él, era más cercana a la Medicina que cualquier otra: Farmacia. Viendo en retrospectiva tal recomendación, pienso que no pudo haber acertado mejor. Farmacia era todo lo que yo realmente quería, entender profundamente cómo funcionaba el cuerpo humano, desde el nivel químico hasta el nivel biológico, y comprender cómo se sanaba naturalmente o a través de los medicamentos. Acertó tanto que, si tuviera que escoger una carrera de nuevo, escogería Farmacia otra vez.

Fueron unos años intensos y muy felices, pasaba doce horas al día en la UN, entre las aulas, los laboratorios y la biblioteca. Algunos días a la semana tomaba clases de japonés y farsi, por pura curiosidad y admiración por la caligrafía. En medio de los pasillos y jardines de mi Alma Mater, nació mi interés por la ciencia y la investigación. A partir del sexto semestre tuve la oportunidad de ser asistente, como estudiante de maestría, en los laboratorios de investigación de farmacognosia y fitoquímica, productos naturales y química ambiental. En el último año de mi carrera de Farmacia pude especializarme en todo lo que hasta el momento me apasionaba: la biotecnología, la biología molecular y la inmunología.

Tan pronto me gradué, comencé a buscar programas de doctorado en inmunología y un laboratorio donde desarrollar una tesis en inmunoterapia del cáncer. La búsqueda dio resultado en el Instituto de Ciencias Biomédicas de la Universidad de Sao Paulo; y mientras esperaba pacientemente a que se abriera una plaza en su laboratorio, aprendí portugués y trabajé como farmacéutica hospitalaria en la Clínica el Country de Bogotá y como líder de farmacovigilancia de medicamentos oncológicos en la farmacéutica Merck.

Llegué a Brasil en el 2010, año en que empecé mi tan anhelado doctorado en Inmunología. Fui becada por el Estado de Sao Paulo y empecé a vivir mi sueño, me pagaban para estudiar e investigar. Cuatro años después, desarrollé gran parte de mi tesis doctoral en Estados Unidos, en el Instituto Nacional de salud (NIH) y al graduarme de doctora en inmunología ya tenía un pie en el post-doctorado en el Centro de Investigación Trasnacional en Oncología del Instituto del Cáncer del Estado de Sao Paulo. Concluí el pos-doctorado con una invitación oficial para unirme de nuevo al NIH.

Hoy en día, soy investigadora científica del Laboratorio Integrativo de Inmunología del cáncer y lidero proyectos en los que estudiamos el sistema inmune de pacientes sobrevivientes para entender qué les falta a los pacientes que no responden a los tratamientos convencionales, y desarrollar alternativas para ayudarlos.

Tengo el privilegio de estar en el mejor Instituto del mundo para investigar y desarrollar tratamientos contra el cáncer, que quizás algún día van a tener un impacto real en los pacientes que sufren y luchan por vivir. Mi único objetivo siempre, fue pasar la vida haciendo lo que más disfruto: estudiar, aprender e investigar, y fue lo que me llevó desde la casa de mi abuelito José Rafael en las colinas de la provincia de García Rovira hasta el sitio donde estoy actualmente.

ChicamochaNews.net - Multilenguaje