(Basado en una historia real).
(La información histórica ha sido validada
con documentos académicos, pero también contiene elementos de ficción).
Por Helmer Fernando Llanez Anaya. Economista, Mg. Candidato a Ph. D., Especial para Chicamocha News
Enero de 2022
Se
enfrentan sus dos países. La voz del vendedor de periódico despierta a Pedrag.
Una noticia se anuncia: Yugoslavia 1 – Colombia 0. No era la primera vez que
dormía en el parque de Málaga. Vivía en la granja del Instituto Colombiano
Agropecuario (ICA) del Cerrito y pasada la 1 a.m. era muy difícil conseguir
transporte, así que con el exceso de cerveza y aguardiente no tenía problema en
acomodarse en uno de los escaños del parque. Muy temprano el sol de la montaña
y la incomodidad del escaño lo despertaban, pero esta vez había tomado tanto
que solo lo despertó el vendedor de periódico. La noche anterior estuvo con sus
amigos que lamentaban la derrota que había recibido el equipo colombiano en el
segundo partido del mundial de Italia 90. El partido había sido a las 10 a.m. y
lo habían visto en el estadero Los Palitos, un lugar de encuentro en medio del
mejor tinto del pueblo, juegos de azar, apuestas deportivas y bolo criollo.
Predrag tenía la costumbre de buscar un buen tinto en este lugar, después de
llegar del Cerrito. Viajaba a Málaga a reuniones del ICA, pero sobre todo para
practicar el deporte que lo había seducido: el tejo.
Aquella
mañana del mes de junio había un evento particular, jugaba su natal Yugoslavia
contra su país adoptivo. Era el segundo partido de las dos selecciones y sus
amigos le tenían confianza al equipo colombiano que venía de ganar su primer
partido. Predrag, que no solía apostar, esta vez probó suerte. Las ganancias
obtenidas fueron el equivalente a un año de su salario mensual, por eso no dudó
en invitarlos a todos a celebrar en las canchas de tejo El Marino. Chepe era su
mejor amigo y tenían una cita semanal para “echar carreta” en medio de las
partidas de tejo. Al principio prefería la cerveza, lo hacía añorar la Jelen,
la más tradicional de las cervezas Yugoslavas. Ante la insistencia de Chepe se
fue adentrando en el aguardiente, según le comentaba su amigo, este licor tenía
propiedades especiales para la concentración durante el juego de tejo. Este día
era distinto. La victoria de Yugoslavia lo ponía sensible, llevaba 15 años
fuera de Zagreb. Solamente jugaron dos partidas y prefirió sentarse a charlar
con sus amigos. Les contó que su nombre completo era Pregrag Skorik Kovacik, no
era fácil de pronunciar, así que para sus conocidos del deporte criollo era conocido
como “Pecas”. Una mezcla de su primer nombre y unas pequeñas manchas de color
marrón en su cara. Su talla era media y el color de su piel un poco más blanco
que el promedio del pueblo eslavo del cual provenía. Solía hablar de política,
pero en este caso, debido al mundial de Italia 90, la conversación se centró en
el fútbol. Al principio le llamaba la atención que los habitantes de Málaga
fueran simpatizantes de equipos como Nacional, América, Santa Fe, Millonarios y
Junior. Una vez viajó vía terrestre desde Málaga a Bucaramanga y debido a las
pésimas condiciones de la vía, pensó que tal vez el centralismo y el descuido
en el que tenía el departamento a la provincia eran la causa del rechazo que
los habitantes de Málaga sentían por Bucaramanga. Por eso les decía a sus
amigos “tejistas”: ustedes que pueden, además del futbol usen la política. Así
como poco les simpatiza el Atlético Bucaramanga, también deberían rechazar a
los políticos que vienen de allá por sus votos. Al igual que en Colombia, en
Yugoslavia el fútbol servía como instrumento para construir identidad. Su
equipo era el Dinamo Zagreb y el partido que siempre querían ganar era contra
el Estrella Roja de Belgrado, ciudad en la que se ubicaba el centralismo
Yugoslavo. Recordaba que sus jugadores Yugoslavos favoritos eran los de origen croata
y en la derrota que le propiciaron a Colombia, uno de ellos fue el mejor del
partido. Predrag había conocido al padre de uno de los jugadores mundialistas
cuando realizó sus estudios técnicos en Escocia. Los dos compartían una inicial
simpatía y posterior persecución del régimen de Tito. Por eso, una victoria de
Yugoslavia tenía una mezcla de sensaciones, por un lado, la alegría compartida
con su amigo, pero también cierta resistencia, porque ese tipo de victorias
suelen usarse para favorecimientos políticos. Estas cosas solamente se las
contaba a su gran amigo Chepe. Y ese día de la victoria mundialista sobre
Colombia, le dejó una revelación sobre el dictador Tito. 1990, diez años sin
Tito, ya había pasado 15 años fuera de su país. Inicia la década del 90 y no
solo su español había mejorado, su adaptación a la cultura local se notaba con
el acento. Las resacas lo llevaban al restaurante de doña Maruca. El caldo de
costilla y el tamal con la mejor masa de la región lo transportaban a sus
comidas típicas. Después de haber sido despertado por el vendedor de periódico,
se encontró a Chepe en la droguería de una de las esquinas del parque; salía de
comprar el periódico y lo invitó al restaurante de doña Maruca. Chepe era buen
lector, hacia pedidos bimestrales a Círculo de Lectores y los fines de semana
compraba El Espectador en la droguería de doña Elvira. Tenía dos hijos, quienes
por imitación aprendieron el hábito de la lectura. Ese domingo el periódico
traía además de la noticia del partido mundialista, una sección especial sobre Yugoslavia
y los 10 años de la muerte de Tito, y ese fue el tema de conversación. Predrag
recordaba con exactitud la muerte del dictador Josip Broz Tito: 4 de mayo de
1980. Ese día fue la primera vez que Chepe escuchó sobre el político Yugoslavo.
Pedrag, llegó a las canchas de tejo gritando vivas por la muerte del dictador.
Diez años después analizaba más racionalmente los contrastes de Tito. Su
grandeza consistió en no tener sumisión hacia Stalin. La Unión Soviética
representaba una apuesta política y económica distinta a la economía de mercado
y la democracia liberal; Yugoslavia también tenía una forma de organización
económica poco cercana al capitalismo, algo que suponía estar alineado con la
mirada Soviética. Sin embargo, Tito pudo mantener a Yugoslavia apartada de los
camaradas de Stalin. No estar bajo la influencia de la Unión Soviética ni de
los Estados Unidos en plena guerra fría parecía una utopía alcanzada por el
dictador Yugoslavo. Tito también pudo gobernar en medio de la complejidad de
cinco naciones: Serbia, Croacia, Bosnia, Eslovenia y Macedonia; y tres
religiones: Católicos, Ortodoxos y Musulmanes. Los relatos asociados a la
nación y la religión son difíciles de diluir, así que, en medio de este
contexto, fue normal que surgieran voces disidentes. Tito las supo manejar,
pero la represión fue subiendo de nivel y para Pedrag llegó un punto en el que
la crítica no era permitida. Aquí Chepe entendió mejor la revelación que su
amigo le había hecho el día anterior en las canchas de tejo El Marino. Pedrag
había sido un hombre de confianza de Tito. Se conocieron en el movimiento
Partisano, el cual tuvo la grandeza de haber contenido a los Nazis sin ninguna
ayuda externa y durante un buen tiempo, a pesar de las diferencias culturales y
religiosas; Yugoslavia se mantuvo unida gracias al heroísmo de las cinco
naciones en su lucha contra el Nazismo. La relación entre Pedrag y Tito fluyó,
debido, no solamente a que compartían la nacionalidad Croata y procedían de
familias Católicas. En una reunión del movimiento Partisano, a Tito le llamó la
atención el carácter de Pedrag para cuestionarle el saqueo de ovinos para
alimentar a la tropa. No le parecía justo despojar a campesinos pobres y se lo
hizo saber con vehemencia a su líder. Tito, quién en varias ocasiones tuvo la
osadía de refutar y cuestionar a Stalin, vio en esa actitud una señal de
confianza. A partir de ese momento se construyó una buena amistad. Solían tener
largas conversaciones en compañía de varias cervezas Jelen. Pedrag le contó a
Chepe que en algunas ocasiones habló con Tito de Latinoamérica. En medio de la
guerra fría la veían sumisa al eje norteamericano, pero con mucho potencial
para tener un papel protagónico en los No Alineados, organización creada por
Tito para tomar distancia, tanto de la influencia Soviética como de la
norteamericana. Sin embargo, la relación entre Pedrag y Tito se fue
fracturando. Ahora la capacidad crítica y cuestionadora de Pedrag le resultaba
incomoda al dictador. Tito puso fin a todo tipo de oposición mediante una
fuerte represión en contra de Stalinistas y manifestaciones religiosas. En un
viaje a Latinoamérica, Pedrag había conocido el pensamiento de la teología de
la liberación, el cual encajaba muy bien dentro de su mirada social y los
rezagos católicos de su infancia. Por eso, la represión violenta de Tito contra
las tres religiones Yugoslavas le parecía inaceptable y se lo manifestó a su
líder. Tito ya no toleraba la contradicción, pero aún guardaba aprecio por su
amigo, primero lo envío al Reino Unido y después lo expulsó definitivamente a Latinoamérica.
El recorrido: finalmente en Málaga, Pedrag fue enviado al Reino
Unido para aprender inglés y luego realizar una tecnología en nutrición ovina.
Fue un primer destierro por el cuestionamiento a las prácticas dictatoriales de
Tito…
Continúa en nuestra próxima edición…