La inteligencia
artificial (IA) es un campo de la informática que se enfoca en crear sistemas
que puedan realizar tareas que normalmente requieren inteligencia humana, como
el aprendizaje, el razonamiento y la percepción. El término fue acuñado por
John McCarthy en 1956 durante la conferencia de Dartmouth, un evento histórico
que reunió a algunos de los mejores científicos de la época para discutir la
posibilidad de crear una maquina que pudiera pensar como un ser humano. Sin
embargo, los conceptos e ideas que estaban detrás de la inteligencia artificial
se remontan mucho antes.
Algunas tecnologías con
inteligencia existen desde hace más de 50 años, pero los avances en la potencia
informática, la disponibilidad de enormes cantidades de datos y los nuevos
algoritmos, han permitido que se den grandes avances en este campo en los
últimos años. En la actualidad, la inteligencia artificial se ha convertido en
una de las tecnologías más disruptivas y que más atención despierta. El ritmo
al que se suceden los modelos, cada vez más potentes, se esta acelerando y
tanto las posibilidades como los potenciales peligros de su uso están generando
debate tanto en la comunidad científica como en las instancias políticas. (Plan
de Recuperación, Transformación y Resiliencia, Gobierno de España, septiembre
2023).
En nuestro día a día
usamos la Inteligencia Artificial en multitud de aplicaciones y servicios,
algunas veces sin siquiera ser conscientes de ello, Algunos ejemplos:
Compras por internet y
publicidad, motores de búsqueda, asistentes personales digitales de los
celulares, traductores de idiomas, casas, ciudades e infraestructuras inteligentes,
vehículos autónomos. El potencial de la IA para transformar casi todos los
aspectos de nuestras vidas y de la economía aún está por descubrir, pero
algunos ejemplos de tecnologías que ya están en marcha o que podrían estar a
nuestro alcance, como: En la salud, para estudio de enfermedades neurológicas o
aplicaciones cada vez más avanzadas de control y recomendaciones médicas, en el
sector industrial la robotización de procesos, sistemas colaborativos de
realidad aumentada para incrementar satisfacción en el trabajo; en la
agricultura se utiliza para desarrollar sistemas alimentarios sostenibles,
control de cultivos a través de drones y sensores, el control del movimiento,
la temperatura y consumo de alimentos de sus ganados, etc.
Pero como los humanos
no somos perfectos, ni mucho menos todos tienen buenas intenciones, la IA
también tiene peligros y presenta una infinidad de retos para poder garantizar
su buen desarrollo para la humanidad. Dentro de las preocupaciones que atañen a
la IA, están: que se alimente de algoritmos sesgados, basados en datos
incompletos o no representativos, logrando más desinformación que un aporte
real al conocimiento; también la IA puede ser utilizada para fines
malintencionados, como guerras cibernéticas y manipulación de la opinión
pública, tiene el potencial de reemplazar a la mano de obra humana en muchos campos,
lo que traería un impacto negativo sobre las economías y finalmente existen un
gran número de preocupaciones desde el punto de vista ético, como la pérdida de
la privacidad, la seguridad y la responsabilidad.
Ya hemos tenido la
oportunidad de poder presenciar algunos casos de cómo la IA ha sido utilizada
con fines malintencionados o con fines de manipulación de opinión,
principalmente en el desarrollo de las elecciones de EEUU, donde se comprobó
que a través de las redes sociales como Facebook, Instagram, Twitter (hoy X),
con el rastreo de los motores de búsqueda, las imágenes consultadas por los
cibernautas y sus ubicaciones, diseñaron robots que se encargaban de enviar
mensajes constantes con la información que querían que llegara al teléfono
celular y que lograban persuadir, indignar o generar rabia o descontento contra
uno u otro candidato.
En Colombia, también
han utilizado esta manipulación. En las recientes elecciones se denunció que, a
través del uso de la IA se logró imitar la voz de un gobernador y se le construyeron
mensajes malintencionados que se multiplicaron en redes sociales como si fueran
reales, logrando el desprestigio del funcionario o la manipulación de la
opinión pública. Pero estas amenazas son menores comparadas con la posibilidad
de la creación de armas autónomas, ciberataques y principalmente la violación
de los derechos de protección de datos.
Pero tal vez, el mayor
riesgo es la misma ignorancia real de las personas que buscan información a
través de sus redes sociales, indiscutiblemente somos una generación con una
infinita disponibilidad de información y a la vez de desinformación, ante esta
globalización y masificación de noticias que nos brinda Internet minuto a
minuto y en tiempo real, las prácticas de la lectura son cada vez menores. La
gente ya no lee, se quedan con el titular, se quedan con la sola imagen y a
partir de ahí se riegan en comentarios, generalmente agresivos y calumniosos,
sin investigar realmente la procedencia, el origen y mucho menos el autor y
veracidad de la noticia. Esto indiscutiblemente tiene polarizado al mundo.
Hoy la gente opina de
cualquier hecho, indiferentemente del país o ciudad donde se genere la noticia.
Opinamos de la guerra de Israel y Hamas, de los gobiernos de izquierda y de
derecha en todo el mundo, de la economía, del cambio climático, de recetas de
cocina, de vinos, de fútbol y nos enteramos cual fue el último almuerzo que
sirvieron en casa de mis amigos en Australia o en México o donde sea, nos
volvimos expertos en todo, pero con el agravante que opinamos sin leer, así, a
cuero limpio y así mismo nos manipulan, nos incitan, nos ponen a pelear entre
amigos, familiares, vecinos, países, barras, partidos políticos, religiones.
Toda esta situación se
puede volver incontrolable, se puede convertir en tragedias porque está claro
que muchas movilizaciones o movimientos aprovechan la ignorancia de la gente
para inclinar sus amores, sus odios y sus pasiones y convocan, citan, reúnen,
agitan y logran enfrentar las más viscerales emociones entre unos y otros.
Afortunadamente, ya se viene
trabajando sobre el tema y en muchos países ya se están discutiendo leyes,
normas y reglamentos que permitan controlar las acciones malintencionadas que
se puedan generar desde la IA y por eso hoy se viene promoviendo la aprobación
de los “NEURODERECHOS”.
Las personas tenemos
diferentes creencias religiosas, diferentes culturas, pero existe una sola
Carta de las Naciones Unidas donde están reflejados los Derechos Humanos, algo
que prácticamente todos los países y seres humanos asumen como propios. Desde
este punto de partida es necesario asumir el desafío de las nuevas tecnologías
y la inteligencia artificial cuando se aplican a las sociedades modernas y se
propone añadir a esta Carta unos derechos humanos nuevos, los que se llamarán
NEURODERECHOS:
1.
Derecho a la privacidad
mental.
Protege a los individuos del uso de los datos obtenidos durante la medición de
su actividad cerebral sin su consentimiento y prohíbe expresamente cualquier
transacción comercial con esos datos.
2.
Derecho a la identidad
personal.
Consiste en limitar a cualquier neurotecnología que permita alterar el sentido
del yo de las personas y en evitar que la identidad personal se pierda con la
conexión a redes digitales externas.
3.
Derecho a libre
albedrío.
Se refiere a preservar la capacidad de las personas de tomar decisiones de
forma libre y autónoma, es decir, sin manipulación o influencia alguna mediada
por parte de las neurotecnologías.
4.
Derecho a acceso
equitativo.
Busca la regulación en la aplicación de neurotecnologías para aumentar las
capacidades cerebrales, de manera que no queden solo al alcance de unos pocos y
generen desigualdad en la sociedad.
5.
Protección contra los
sesgos.
Evita que las personas sean discriminadas por cualquier factor, como pudiera
ser mero pensamiento, que se puede obtener mediante el uso de las
neurotecnologías.