“La edad del consumismo”


Por Eugenio Pacelli Torres Valderrama*

Corresponsal del Chicamocha News en Europa

 

En su libro «Sapiens» el historiador israelí Yuval Noah Harari nos habla de la diferencia entre la riqueza y el capital. La primera era atributo de los reyes y la nobleza del pasado, y obedece a la necesidad de acaparar. Cuando se habla de capital, por otra parte, la palabra clave es «invertir», y más específicamente invertir para aumentar la producción. Sin embargo, producir no es en sí el objetivo final, si no existiese quien comprara los productos que ofrecen los industriales, pronto se verían en la quiebra. Para prevenir esta catástrofe, según el mencionado autor, se ha creado un nuevo tipo de ética: el consumismo.

La adquisición de bienes y servicios se ve como algo positivo, aceptado socialmente e incentivado muchas veces por las políticas de los gobiernos. Lamentablemente tal actitud tiende a desembocar en la indulgencia de los excesos mediante anuncios del tipo: «Date el lujo de ...». En el pasado, una buena persona evitaba los lujos, nunca desperdiciaba la comida y remendaba la ropa en vez de comprar prendas nuevas. Hoy en día, tales conductas han pasado a considerarse como una especie de enfermedad de la que tratamos de huir a toda costa.

En la lucha entre la frugalidad y los excesos, tristemente han sido estos últimos los que han terminado imponiéndose. Compramos todo tipo de productos sin importar si los necesitamos o no, y la cuestión se agrava con la tendencia de los productores a ponerles una fecha de caducidad, la llamada obsolescencia programada, que consiste en diseñar artículos para que se dañen después de un tiempo determinado. Otra estrategia es inventar nuevos modelos para obligarnos a estar a la moda.

El consumismo ha calado hasta lo más hondo de nuestra idiosincrasia, salir de compras se ha convertido en una forma de disfrutar del tiempo libre, y fechas otrora de recogimiento como la navidad, o celebraciones como los cumpleaños o las bodas han degenerado en un festival del mercadeo.

La ética del consumismo se pone de manifiesto sobre todo en la alimentación. Uno de los principales problemas de las sociedades actuales es la obesidad, y si comparamos cifras vemos que a nivel mundial más personas mueren por excesos que por carencias. El dinero gastado cada año en dietas en los Estados Unidos sería suficiente para alimentar a la población hambrienta de todo el planeta. La obesidad es una doble victoria del consumismo. En lugar de moderar la comida, lo cual sería perjudicial para la economía, caemos en excesos que tarde o temprano nos llevarán a comprar productos dietéticos, así contribuimos doblemente a enriquecer a los ricos.

Harari insiste en referirse al consumismo como una nueva ética, bajo el argumento de que los ideales religiosos raramente se siguen, la compasión, la tolerancia, el sobreponernos a la gula, el odio y sobre todo al egoísmo parecieran ir en contravía con las tendencias modernas. La mayoría de los cristianos no imita a Cristo, los budistas no siguen los preceptos de Buda, y el confucionismo no es ni la sombra de lo que era. Pero, por el contrario, la mayoría de nosotros vivimos de lleno las ideas del capitalismo, cuyo principal mandamiento es «invertir» y las del consumismo, cuya ordenanza directa es «comprar». La nueva ética promete el paraíso, siempre y cuando los ricos mantengan su avaricia y las masas den rienda suelta a la adquisición compulsiva.

El consumismo es la primera religión en la historia en la que sus seguidores hacen lo que se les pide. Harari cierra el capítulo 17 de su libro con la pregunta: ¿Cómo sabemos que realmente seremos admitidos al paraíso a cambio? La respuesta: Lo hemos visto en televisión.

 

*Doctor en Ingeniería, Hokkaido University, Japón. Autor de los libros "Aprendizaje Creativo", "Más allá de la Caverna" y "Libérate Escribiendo", entre otros.

ChicamochaNews.net - Multilenguaje