¡Tarde ó temprano voy a morir, pero me niego a aceptarlo! La incredulidad o la dificultad para aceptar la mortalidad humana es comprensible debido a nuestra naturaleza consciente y a nuestra fuerte conexión emocional con la vida.

La esperanza de vida promedio ha aumentado significativamente en los últimos siglos debido a los avances en la medicina, la nutrición y las condiciones de vida. En la actualidad, la esperanza de vida global se sitúa en torno a los 72 años, aunque varía según el país y otros factores socioeconómicos.
La idea de que la vida humana en la Tierra es pasajera y que todos eventualmente debemos enfrentar la muerte es un tema que ha preocupado y fascinado a la humanidad a lo largo de la historia. La negación o incredulidad ante la mortalidad es comprensible, ya que la muerte es un evento desconocido y, a menudo, genera temor y ansiedad.

¡Llegó la hora!

Foto de Alex Sever
Como seres conscientes, nos aferramos a la vida y nos resulta difícil aceptar la finitud de nuestra existencia. La muerte desafía nuestra comprensión de nosotros mismos como individuos y nos confronta con el significado de la vida y nuestro propósito en el mundo.


Diversas teorías filosóficas, religiosas y espirituales han intentado abordar el tema de la mortalidad humana, ofreciendo diferentes perspectivas sobre el propósito de la vida y el más allá. El creacionismo, por ejemplo, se basa en creencias religiosas que sostienen que la vida fue creada por un ser supremo y que hay un propósito trascendente para nuestra existencia.

Desde el punto de vista biológico y evolutivo, la muerte es parte inherente del ciclo de la vida. La evolución ha dado forma a nuestra biología de manera que el envejecimiento y la muerte son procesos naturales. A nivel genético, los mecanismos de reparación y mantenimiento de nuestro organismo tienen límites, lo que eventualmente lleva al deterioro de las células y tejidos.

Es posible que nuestra resistencia a aceptar la mortalidad sea resultado de la evolución del conocimiento y la selección natural de la vida. Aquellos individuos que tenían un fuerte deseo de sobrevivir y reproducirse tenían más probabilidades de transmitir sus genes a las siguientes generaciones. Esta predisposición a aferrarnos a la vida puede haberse arraigado en nuestra biología y comportamiento.

Tenía tan solo 83 años, ¿De qué murió? ¿Por qué? ¡No lo puedo creer!


En última instancia, la reflexión sobre la mortalidad es una cuestión profundamente personal y subjetiva. Cada persona puede encontrar su propio significado y propósito en la vida, y enfrentar la mortalidad de manera diferente. Algunos encuentran consuelo en creencias religiosas o espirituales, mientras que otros se enfocan en dejar un legado duradero a través de sus acciones y contribuciones a la sociedad.

La incredulidad o la dificultad para aceptar la mortalidad humana es comprensible debido a nuestra naturaleza consciente y a nuestra fuerte conexión emocional con la vida. Sin embargo, tanto desde la perspectiva biológica como desde la filosófica, la muerte es una parte inevitable de nuestra existencia. Cada individuo tiene la oportunidad de encontrar su propio significado y vivir una vida plena y significativa

ChicamochaNews – Mayo de 2023

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