La Libertad es la facultad
que el hombre tiene de hacer
todo lo que no sea en daño de
tercero o en perjuicio de la Sociedad:
ella le ha sido concedida, no
para obrar indistintamente el bien o el mal,
sino, para obrar el bien por elección.
Tunja, Constitución del 9 de
diciembre de 1811
Sesión preliminar, capítulo 1, artículo dos.
Chicamocha News - julio 27 de 2021
Recientemente se conmemoro el 20 de julio como un aniversario
más de lo ocurrido en la misma fecha, 211 años atrás; nuevamente, una coyuntura
sociopolítica, donde en un nudo gordiano se tergiversan sentimientos, valores,
opiniones, posturas y oportunismos.
Fruto de un plan elaborado, mezcla de diversas estrategias
y tras la construcción de un sentimiento de liberación, quizás producto del
agobio de una conquista, basada en la necesidad económica del conquistador; el
conocimiento del mundo se pone en manos del pueblo para buscar la consolidación
de una utopía, una utopía que, pese a considerarnos libres, sigue vigente… la
independencia, buscando la consolidación del término soberanía.
Resulta inquietante, pero muy admirable, ver los avances
de las comunidades en la construcción del sentimiento del pueblo, que en pocos
años, quizás meses, en una sociedad basada en el mensaje escrito, limitado por
las contingencias de comunicación propias de la época, es decir, el correo
inmediato entre Europa y Santafé de Bogotá, que fácilmente rondaba entre los
120 y 200 días… logra una simetría excepcional, donde los intelectuales de la
época interpretan las necesidades humanas y la mezcla de culturas para trazar
una ruta de libertad…
Dentro de las curiosidades que despierta la gesta
independentista, está la cronología que obligaba hace más de dos siglos, al
control del tiempo, la puntualidad y el compromiso; que hoy difícilmente
encontramos en los ciudadanos libres del siglo XXI.
Fruto de esta trama novelesca, con la influencia propia
de quien gana la guerra y acomoda la historia; para hacer más héroes a los
héroes, más próceres a los próceres y más cobardes a los derrotados; surgen las
constituciones cómo cartas de navegación para la organización del Estado.
Me resulta inquietante ver como las nuevas cartas de
navegación y proclamación de independencia se basan en influencias francesas,
inglesas, alemanas, holandesas, norteamericanas… entre otras muchas posturas,
dejando casi de lado el sentimiento, las necesidades y el reconocimiento del
pueblo nativo o criollo que le llamamos.
Estas cartas de navegación, poco más de 10 en los 211
años, una tras otra, proclamando modernidad, fortalecimiento de derechos,
soberanía, libertad y respeto por los demás; prometiendo un estado de leche y
miel para los ciudadanos, ha resultado a través del tiempo una colcha de
retazos y señalamientos… y sí, creo que también, la última, la de 1.991.
Constituciones aplaudidas, como la de Cundinamarca,
Tunja, Antioquia, Popayán, Pamplona y una de las más célebres, al menos
históricamente, la Constitución de Cúcuta de 1.821…
Textos como: “democracia representativa”, “soberanía del
pueblo”, “justicia social”, “respeto por la sociedad y las costumbres”; claro,
la familia y la religión, al menos hasta 1.991, han formado parte de la
tipografía documental.
Llenas de curiosidades, como lo relata Julio Mauricio
Londoño Hidalgo, donde el derecho al voto solo para los varones, casados,
mayores de 21 años que supieran leer y escribir, tuvieran propiedad raíz, así
como un capital superior a $100,
igualmente la consideración de ciudadanos a los varones mayores de 21
años… la pérdida de derechos ciudadanos a los borrachos, quizás la declaración
de independencia de manera involuntaria para territorios como Guajira y Caquetá,
se suman a diferentes postulados constitucionales.
Vale anotar que, inclusive la Constitución de 1.886 ha
sido considerada una de las más ricas en la construcción literaria. También
resulta icónico ver cómo a las constituciones la cotidianidad añade reformas a
su acomodo. Para mediados del siglo pasado se decía desde los púlpitos que
constitucionalmente se había establecido el ser liberal como un pecado mortal,
por tanto, el sacrificio de estos no era pecado.
Pero retomando la historia moderna, nuestra Constitución
de 1.991, bajo principios democráticos, de esos construidos en la antigua
Grecia y pese a la falta de criterio ciudadano se le ha agregado cuanta reforma
se ocurra, basados en la conveniencia del que más grita… una anécdota más lo
representaría la controversia entre el artículo 322 y el artículo 324, los
cuales se reforman y derogan mutuamente… que dejo a la curiosidad de Ustedes su
interpretación.
En el tema constitucional, voz en cuello y como discurso
veintejuliero, se escucha a los políticos tradicionales disfrazados de
actuales, o actuales manejados por los tradicionales, plantear alternativas
para la construcción de la sociedad, buscando leyes, normas y referendos que ya
están contemplados en nuestra Constitución de 1.991 y que, como buenos
colombianos, cerca del 92% no hemos leído en su totalidad.
La Constitución y la Democracia giran en torno al
criterio de los líderes, líderes que a través del tiempo se han convertido en
figuras decadentes, basta con echar una mirada al pasado reciente, sí, al
perfil político de nuestros senadores y congresistas de los últimos 21 años.
Por todas partes, los ciudadanos, (capital electoral),
comentamos una y otra vez los escándalos, ilegalidades, mediocridades, carencia
de sentido común, oportunismo… y un sinnúmero de adjetivos ligados a la
realidad del comportamiento y actuar de nuestros representantes,… “nuestros”,
porque han sido electos por voto popular; electos muchas veces por
desconocimiento, otras por necesidad, tristemente muchas, porque hemos vuelto
los procesos electorales en una competencia, casi como un partido de fútbol o
un desafío gallístico, donde lo importante no es la construcción de país, sino
el triunfalismo.
Ya hemos tratado en otros textos, cómo se ha transformado
la democracia en un mercado, donde el bien a negociar es la conciencia; pululan
los adalides de la democracia, enemigos de la corrupción, sabedores de la
verdad, y en su mayoría no son más que terroristas, que se aprovechan de la
necesidad y el miedo del pueblo.
En los últimos 21 años se escucha una y otra vez el
castigo a la politiquería tradicional en las urnas; sin embargo, revisando la
trayectoria política, siguen en la plaza pública nuevas alternativas con más de
40 años de usufructo electoral… esos que más que hoja de vida son acompañados
por un prontuario delictivo, lo más aberrante, vigente y en algunos casos aún
por definir.
Para no desentonar y mantener la costumbre, una vez más
sueño con saber qué pensaría en este momento ese personaje de perfil imponente,
que conocimos quienes ya tenemos algunos años en el billete de $10, Antonio Amador José de Nariño y Álvarez del
Casal; ese que en 1810 construía nuestro Congreso tras el grito de
Independencia, la historia lo presenta como un verdadero prócer y por qué no,
fue congresista, militar destacado, periodista, presidente, escritor, también
señalado y perseguido, encarcelado, criticado; pero un verdadero líder político
de esos que, ahora no conocemos.
Qué pensaría Antonio Nariño, cuando hoy, sus pares
congresistas, cambian de partido, van de parcela en parcela, como siotes,
buscando almuercitos y cenas, eso sí, acompañados de su clásica porción de
mermelada; coloquialmente se pegan de cuánto nombramiento, traslado o contrato,
cual parágrafo obligatorio y se apoderan, no solo del objeto y el valor, sino
también de las personas.
Se abre el partidor para las próximas elecciones y en
pocos días ya hemos visto cómo se irrespetan las ideologías de los partidos de
verdad y las parcelas electorales se rasgan las vestiduras, tratando de parecer
modernas, innovadoras y pulcras. Se reencaucha y se esconden detrás de
testaferros, pero, sin embargo, los ciudadanos permitimos y muchas veces
exigimos el respaldo del político tradicional… al que tanto señalamos,
criticamos, pero soterradamente seguimos aplaudiendo.
Debemos ser capaces de construir nuestra propia identidad
y dejar de ser tan mesiánicos, también de comportarnos como en cuento de hadas,
que seguimos esperando al príncipe que llega con su brillante espada a luchar
por nosotros, a salvarnos; debemos ser capaces de dejar de amenazar con el otro
y tomar las riendas de nuestros propios destinos, defendernos, no que nos
defiendan, e interpretar que lo que estamos haciendo es designar a nuestros
servidores.
Semanas atrás vi muchas personas rechazando abiertamente
al político tradicional, deseo realmente no ver esas mismas personas cómo séquito,
tras los mismos políticos, rogando por una cita, un número telefónico, un
correo electrónico… sí, para mandar la clásica hoja de vida, sino propia, del
primo, del sobrino, el hijo o la hija; en este texto lo dijimos, quitémosles la
oportunidad de hacer terrorismo con las necesidades y el miedo de nosotros
mismos.
La peor capucha, es esa que
nosotros le ponemos a los corruptos; están ahí, pero no los queremos ver.
Siempre, Mucho he repetido,
hay que cambiar, “el hacer por hacer, por el saber hacer.