5 Lecciones Inesperadas de “Política para Amador” que Cambiarán tu Forma de Ver el Mundo

La fuente es un extracto del libro Política para Amador de Fernando Savater, que continúa el diálogo con un joven sobre la importancia de la vida pública y la participación cívica. Savater establece que, a diferencia de la ética enfocada en la perspectiva personal, la política es la búsqueda del acuerdo con los demás y la creación de instituciones, leyes y formas duraderas de administración para el bienestar colectivo. El autor argumenta que la sociedad y sus reglas son meras convenciones humanas necesarias para gestionar los conflictos inherentes a nuestra naturaleza "insocialmente sociable," citando a los antiguos griegos para advertir contra la indiferencia pública, o idiotés. El texto recorre la evolución del poder, desde los sistemas de obediencia ancestral y mítica hasta la democracia griega, un invento que promueve la igualdad de los individuos y la necesidad de responsabilidad cívica. Finalmente, Savater critica la simplificación totalitaria y el fanatismo, alentando a cultivar ideales políticos racionales que busquen mejorar la sociedad sin caer en la falacia de que el Estado pueda garantizar la felicidad individual.

 ¿Por Qué Debería Importarte la Política si la Detestas?

Seamos honestos: para muchos, la palabra “política” evoca una mezcla de aburrimiento, cinismo y frustración. Frases como “todos los políticos son corruptos” o “no hay nada que hacer, siempre mandan los mismos” se han convertido en el mantra de una generación que prefiere “pasar” del tema. Es comprensible. Vemos un mundo desquiciado y la idea de arreglarlo parece una faena monumental.

Pero ¿y si esa apatía fuera, en realidad, el resultado de una perspectiva equivocada? ¿Y si desentenderse de la sociedad humana fuera tan prudente como quien, yendo en un avión gobernado por un piloto borracho y amenazado por un secuestrador loco, se dedicara a silbar mirando por la ventana? Este es el antídoto que nos ofrece el filósofo Fernando Savater en Política para Amador, una obra tan lúcida como provocadora. Escrita como una conversación de padre a hijo, el libro desmantela mitos y nos obliga a mirar de frente nuestra condición de “animales ciudadanos”.

Este artículo destila las cinco lecciones más sorprendentes y contraintuitivas de esa conversación. Son ideas que desafían el sentido común y que prometen cambiar no solo tu forma de ver la política, sino también tu lugar en el mundo.

Las 5 Lecciones Inesperadas

1. Si Ignoras la Política, Eres un "Idiota" (en el Sentido Original Griego)

En nuestra cultura, llamar a alguien “idiota” es un insulto directo a su inteligencia. Sin embargo, para los antiguos griegos —esos tipos listos a los que Savater tiene especial devoción—, el término tenía un significado muy distinto. La palabra idiotés se usaba para describir a la persona que se aislaba de los asuntos públicos, que vivía obsesionada únicamente por sus intereses privados y se automarginaba de la vida cívica. No era una cuestión de intelecto, sino de actitud: el idiotés era quien renunciaba a su papel en la comunidad.

Esta idea resuena con una fuerza brutal en la actualidad. Creemos que al “pasar de política” nos liberamos de un problema, pero Savater nos muestra que ocurre lo contrario: nos volvemos vulnerables a la manipulación. La absurdidad de esta postura queda perfectamente retratada en su analogía de un avión en picado, gobernado por un piloto borracho, amenazado por un secuestrador loco armado con una bomba y con un motor fallando. El idiotés moderno es quien, en esa situación, en lugar de unirse a los demás para intentar salvarse, se dedica a silbar mirando por la ventana o le reclama a la azafata la bandeja del almuerzo. Al desentendernos, entregamos el poder a otros para que decidan por nosotros. Dejamos de ser actores para convertirnos en meros espectadores de nuestra propia vida.

Pues resulta que el mensaje de este libro que empiezas a leer también es un poco agresivo y faltón, porque puede resumirse en tres palabras: ¡no seas idiota!

2. La Sociedad No Es Solo para Sobrevivir: Es Nuestra Máquina para Vencer a la Muerte

¿Por qué los seres humanos creamos sociedades tan increíblemente complejas? La respuesta de Savater es una de las ideas más profundas y sobrecogedoras del libro: no nos agrupamos solo para estar más seguros o conseguir comida, sino porque, a diferencia de los animales, somos conscientes de nuestra propia muerte. Toda sociedad es un gran artificio simbólico para rebelarnos contra esa fatalidad. La política es el arte de mantener en funcionamiento esta compleja maquinaria de sentido.

Esta “máquina de inmortalidad” funciona a través de un elegante juego de opuestos. Si la muerte es soledad definitiva, la sociedad nos brinda compañía permanente; si es debilidad e inacción, se ofrece como la sede de la fuerza colectiva; si es olvido, fomenta cuanto es memoria, leyenda y monumento; si nos despoja de todo, se dedica a la acumulación de bienes; si es silencio, la sociedad es un juego de palabras, historias y comunicaciones. Y el motor de esta maquinaria es una perpetua inquietud humana, un miedo cerval al aburrimiento. No nos contentamos con vivir, sin más jaleos; nuestro cerebro se alimenta de novedades y desafíos, empujándonos a inventar mitos, rituales, arte y jerarquías, todo para recibir esas “descargas simbólicas vitalizantes” que nos fortalezcan contra el destino final.

Te digo que las sociedades humanas funcionan siempre como máquinas de inmortalidad, a las que nos «enchufamos» los individuos para recibir descargas simbólicas vitalizantes que nos permitan combatir la amenaza innegable de la muerte.

3. El Conflicto No Es un Fracaso Social, Sino una Señal de que Somos Demasiado Sociales

Savater dinamita la creencia popular de que el conflicto es un fallo social. Al contrario, nos revela que es una prueba irrefutable de nuestro éxito como especie, una consecuencia inevitable de que nos tomamos los unos a los otros con una seriedad mortal. El conflicto no surge porque seamos egoístas o “asociales”, sino precisamente porque somos demasiado sociables. La raíz de nuestra sociabilidad es la imitación: deseamos lo que vemos que otros desean. Este mecanismo, que nos permite aprender y vivir en comunidad, es también el origen de la rivalidad. Queremos el mismo estatus, el mismo reconocimiento o los mismos recursos, y eso nos enfrenta.

Savater nos recuerda que la propia palabra “interés” (del latín inter-esse) significa “lo que está entre” dos o más personas. Es lo que nos une y, por la misma razón, lo que nos separa. Desde esta perspectiva, los individuos más peligrosos no son los “individualistas” reflexivos —que entienden la necesidad de la armonía para proteger su propio espacio—, sino los “hipersociales”: aquellos que, en su afán de unanimidad, imponen sus valores, persiguen al diferente y convierten las pasiones sociales en una feroz competencia. El conflicto, por tanto, no es una patología a erradicar, sino una condición inherente a una sociedad de individuos que se importan mutuamente.

Otro filósofo muy ilustre, Immanuel Kant, dijo que los hombres somos «insocialmente sociables». O sea que nuestra forma de vivir en sociedad no es sólo obedecer y repetir sino también rebelarnos e inventar.

4. La Democracia No Fue un Descubrimiento Lógico, Sino una Invención Radical y Artificial

Tendemos a ver la democracia como la culminación natural del progreso. Savater nos recuerda que fue todo lo contrario: una invención griega radical, “antinatural” y casi demencial. En un mundo dominado por sistemas piramidales —como en Egipto, Mesopotamia o China— donde el poder emanaba de un faraón, un rey o un dios en la cima, los griegos propusieron una idea revolucionaria: que los ciudadanos son políticamente iguales y pueden gobernarse a sí mismos.

Cambiaron la pirámide por un círculo, donde el poder estaba en el centro (es to mesón), al alcance de cualquiera que tomara la palabra en la asamblea. Su principio rector fue la isonomía: la misma ley para todos, sin importar linaje o riqueza. Sí, la democracia griega excluía a mujeres, esclavos y extranjeros, pero fue el primer y más decisivo paso de la historia. Fue un artificio valiente que situó por primera vez al ser humano en el centro de su propio destino político. Paradójicamente, los críticos más feroces de la democracia, como Platón, solo pudieron florecer y difundir sus ideas gracias a la libertad de pensamiento que la propia democracia, a pesar de sus fallos, garantizaba.

De todas las cosas dignas de admiración que hay en el mundo, ninguna es tan admirable como el hombre.

5. La Política No Promete Felicidad, Sino Algo Más Importante: Humanidad

¿Nos hace más felices un sistema de libertades? Las democracias son complicadas, ruidosas e inherentemente conflictivas. No pueden garantizar la felicidad personal, y quienes esperan que el gobierno les solucione sus angustias existenciales acaban frustrados. Los totalitarismos, en cambio, prometen la felicidad a cambio de la libertad, ofreciendo “simplezas criminales” y el acogedor “calor de establo” de la unanimidad.

Savater nos ofrece una respuesta más profunda: la finalidad de un sistema de libertades no es hacernos felices, sino permitirnos ser plenamente responsables de nuestras vidas. La libertad es una carga que nos dignifica, nos obliga a elegir, a equivocarnos y a responder por nuestros actos. Nos hace “más humanos” precisamente porque nos enfrenta a sus enemigos: la irresponsabilidad del fanático que no rinde cuentas a nadie, la del burócrata tras la que “nadie da nunca la cara por nada”, o la de quien se excusa diciendo “no fui yo, fueron las circunstancias”. Muchos tienen “miedo a la libertad” porque prefieren la seguridad de la obediencia a la carga de la responsabilidad. La política no nos entrega la felicidad en bandeja; nos da algo más fundamental: la posibilidad de ser, en el sentido más completo de la palabra, humanos.

En cierta ocasión preguntaron a Manuel Azaña, presidente de aquella efímera Segunda República española aplastada por el golpe militar de Franco: «Don Manuel, ¿cree usted de veras que la libertad hace más felices a los hombres?» Y Azaña contestó: «Francamente, no lo sé; de lo que estoy seguro es de que los hace más hombres.»

Conclusión: La Política Como Obra de Arte

La política, entonces, es la obra de arte que construimos para que nuestra rebelión contra la muerte (Lección 2) no degenere en una guerra de todos contra todos. Es el artificio que nos permite canalizar el conflicto que nace de nuestra hipersociabilidad (Lección 3) y nos ofrece la audaz invención de la democracia (Lección 4) como el escenario para ser plenamente humanos y responsables (Lección 5). Ignorarla no es una opción; es, en el sentido más profundo, una renuncia a nuestra propia condición (Lección 1). No es un mal necesario ni un juego sucio, sino la más compleja y ambiciosa creación que hemos concebido para dar sentido a nuestra existencia compartida.

Ahora que ves la política no como un problema ajeno sino como una creación humana fundamental, ¿cuál es el primer paso que darás para dejar de ser un “idiota” y empezar a ser el ciudadano que quieres ser?

Por: William de Jesús Vélez Ruíz [WilliVeR]

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