Málaga, en los tiempos de la colonia.
Por Rubén Darío Rodríguez López
Chicamocha News
Por lo encontrado en la historia tributaria de la encomienda de Tequia, pareciera que no mucho ha cambiado en los tiempos de hoy, ya que, irónicamente, los indios colonos y habitantes históricos de sus tierras, una vez dominados por los españoles, tenían que pedir permiso para explotar sus predios y pagar unos tributos para mantener la burocracia de la encomienda y alimentar y financiar también el funcionamiento de la iglesia.
Tributación y salarios de la encomienda de Tequia
Escasean las informaciones al respecto en los primeros cincuenta años de la Encomienda. Según informaciones de los indios, éstos debían pagar a Juan Rodríguez Parra en la vecina encomienda de Chicamocha, cuatro pesas grandes de oro, cien mantas de lana y veinte cargas de coca.
El dato más preciso lo encontramos fijado en el auto dictado por el Licenciado Luis Enríquez de Santa Fe a 18 de junio de 1603 sobre tasa de los tributos que debían pagar los indios de Viracusa, Somendoque, Tequia y Chicamocha, éstos últimos visitados por él. La Audiencia en 3 de febrero de 1604 interpretó la tasa de Luis Enríquez, exigiendo parte de pago de lana, de algodón y gallinas. Así los indios algo libres podían acudir a las estancias para ganar salarios y jornales. Juan Valcárcel fijó dos mantas de algodón de la marca y dos gallinas por cabeza a los indios de Tequia. (1).
Referente el número de indios tributarios la primera especificación completa la hace el visitador Valcárcel: "Habiendo visto la visita e información secreta y demás diligencias de los indios del resguardo de Tequia de la Encomienda del capitán Enciso donde al presente por la descripción y regulación que se ha hecho, un cacique y sesenta y un indio útiles tributarios, y diez y seis reservados y diez y seis ausentes y doscientos y sesenta y seis personas, sus mujeres, hijos y familia, que todas son trescientas y sesenta y seis personas grandes y pequeños" (sic). (2).
Las relaciones entre los indios tributarios y los encomenderos y vecinos, fueron tirantes desde casi la delimitación de los resguardos, año 1632 hasta terminar el siglo XVIII, año de 1797 en que ganan los indios el último pleito, con intervención de la Corona. Tirantez provocada, bien por invasión sobre tierras demarcadas o por los daños que les causaban los hatos de ganados y yeguas de los encomenderos en las labranzas indígenas.
Se conservan en el Archivo de Historia Nacional de Bogotá, Colonia, los expedientes de estos pleitos, la varia suerte que corrieron, sus sentencias favorables a los indios; como en la sentencia de 25 de enero de 1642 confirmada en Santa Fe por D. Martín de Saavedra contra las pretensiones de Juan de Enciso sobre tierras de los resguardos y una apelación a la Real Corona (en 1795 a febrero) desde el pueblo de Tequia. (3).
¿Cómo recibían en Tequia las reales provisiones?
En tres siglos, dos veces subieron la empinada cuesta, en cuyos repliegues bullía la modesta aldea de los Tequias. Colmaban de regocijo, esas cartas, después de tantos años de tensión y de sufrimiento. Me imagino el alborozo en aquellas mañanas de marzo o de junio, en que leyeron las reales providencias de Felipe IV o de Carlos IV. El pleito sobre pertenencia de tierras, la Audiencia estudiado el caso, procedió a dar sentencia favorable a los indios de Tequia con la ejecutoria de 19 de junio de 1797, dada en Santa Fe (4).
Desde Carcasí el sol desbordaba con claridades rientes en la pequeña Palola, montaña que presidia el caserío desde el poniente. La brisa del Chicamocha y del Servitá, dulces entre los cañaduzales de las vegas, acres al rozar las hojas del tabaco, ufanas con el mismo de las datileras que trepaban por el repecho, se desataban sin trabas sobre el poblado. La plaza (que aún se conserva, vestida de gramilla), germinaba en la indiada, que había subido conmovida y anhelante a escuchar el mensaje del Rey, la ejecutoria de la Real Audiencia. Contrastaba con la morenez bronceada de los naturales, la blancura de la gente hispana del vecino pueblo de Málaga, que solía acudir en esas circunstancias. Entonces la gracia malagueña de la mujer, repicaba como dos castañuelas y el hervor de los hombres alegraba como el mosto de Andalucía. Después de la misa se hacía el pregón.
El último documento (provisión), que transfiguró en dicha fue la Real Provisión de Don Carlos, por las gracias de Dios Rey de Castilla y de León. En Málaga-Tequia a 1 de junio de 1797: "en el presente día he recibido la anterior Real Provisión sobre carta, la que recibí puesto en pie, y destocado y besándola con suma reverencia como carta de mi Rey y natural Señor, quedando pronto a darle su cumplimiento en los términos que se prescribe y para que conste ese obedecimiento lo firmo yo Don Salvador de Ortega. Alcalde. Partido de esa parroquia y demarcaciones. Salvador de Ortega (Rubricado). Después enardecían el jolgorio y el baile hasta el atardecer. (5).
Nota: Último capítulo. La comunidad indígena. Censo poblacional 1562-1777.
Bibliografía:
1. Colmenares Germán: Encomienda y Población de la Provincia de Tunja en el Nuevo Reino de Granada. 1970. Opus cit. Capit. III, págs. 126, 143 y 144
2. Archivo Nacional de Historia de Colombia, Colonia, Bogotá, Resguardos de Santander, Tomo III, folios 974. Copia de algunos documentos referentes al pleito del Resguardo de Tequia, Límites del Resguardo, 1635, Visitador Valcárcel.
3. Archivo Nacional de Historia de Colombia, Colonia, Bogotá, Resguardos de Santander, Tomo III, folios 974. Pág. 974 Copia de algunos documentos referentes al pleito del Resguardo. Se pide pasen estos documentos al Protector Fiscal. Tequia Mayo de 1795l
4. Archivo Nacional de Historia de Colombia, Colonia, Bogotá, Sobre carta de la Ejecutoria librada en 11 de abril de 1795, referente al pleito del resguardo de Tequia. Colonia, Resguardos de Santander, t. III, pág. 1021
5. Archivo Nacional de Historia de Colombia, Colonia, Bogotá, Sobre Ejecutoria de la Real Audiencia de Santa Fe, 19 de junio de 1797. Obedeciendo que hizo en Tequia el Alcalde Salvador de Ortega, 1 de julio de 1797. Resguardos de Santander. t. III, fol. 1030 y 1031.
