Cuando Isaac Newton escuchó los elogios de
sus colegas por sus logros, respondió que, si había visto tan lejos, era por
haber estado sobre hombros de gigantes. Con esta frase reconocía los aportes de
los científicos que le precedieron.
La verdad es que, así como Newton, ninguno
de nosotros comienza nada desde cero. Siempre actuamos tomando como base ideas
que hemos leído o escuchado. La lectura especialmente, nos ofrece la
posibilidad de entrar en contacto con mentes de otros tiempos y lugares y, por
tanto, constituye una oportunidad sin igual para trepar sobre hombros de
gigantes y ver más lejos.
De vez en cuando es bueno detenernos a
considerar, cuáles han sido las voces que mayor influencia han tenido en
nosotros. En mi caso, y en el de muchos de mis amigos, uno de los autores
más influyentes y que recordamos con mayor aprecio, sigue siendo Hermann Hesse
(1877-1962), ganador del premio Nobel de Literatura en 1946. Sus libros
contienen enseñanzas clave para cada uno de los puntos críticos de nuestra
vida.
Como compañía para la transición entre la
primera y segunda adolescencias, tenemos sus obras “Demián” y “Bajo la rueda”.
Ambas las he leído más de una vez, y como es el caso con la literatura que de
verdad vale la pena, siempre les encuentro algo nuevo. Demián es un joven
enigmático que encarna la personalidad arquetípica a la que el protagonista,
Emil Sinclair, aspira llegar. En “Bajo la rueda”, somos testigos de las
presiones a las que los educadores someten a un estudiante de cualidades
excepcionales.
Una vez superada la etapa de la segunda
adolescencia, nos enfrentamos a lo que significa ser adultos, y de nuevo la
incertidumbre nos abruma y una nueva lucha interior se desencadena en nuestro
interior. Hermann Hesse analiza estos sentimientos en otro par de sus libros:
“Siddhartha” y “Narciso y Goldmundo”. En estas novelas filosóficas encontramos
el mismo concepto del aspirante y el arquetipo, lo que somos y lo que
quisiéramos llegar a ser. El camino no es sencillo, pero, al igual que en la
vida, no tenemos más opción que avanzar o quedarnos rezagados. Retroceder para
enmendar el pasado no es posible, lo más que podemos hacer es crearnos
oportunidades para trabajar con los talentos que ya poseemos y darle, desde el
presente, forma al futuro.
En este punto, la introspección juega un
papel preponderante. Sin ella, corremos el riesgo de caer en la trampa de creer
que nuestro destino está en las manos de factores externos y pasaremos el
tiempo que nos queda de vida como veletas a merced de las circunstancias. La
visión y misión de Hermann Hesse consistió precisamente en invitarnos a
acompañar a sus personajes en su viaje interior, sabiendo que en el proceso de
descubrimiento nos encontraremos a nosotros mismos.
Su producción literaria incluye otros
títulos, pero son los que he mencionado los que más hondo han calado en mí y a
los que he vuelto con frecuencia a lo largo de mi vida.
Como una muestra de su infinidad de citas
clásicas, me permito incluir las siguientes:
“Matamos a cada paso, no sólo en guerras,
disturbios o ejecuciones. Matamos cuando cerramos los ojos ante la miseria, el
sufrimiento y la vergüenza. De la misma forma, toda falta de respeto por la
vida, toda ira, toda indiferencia, todo desprecio, no es otra cosa que matar”.
“He creído, y sigo creyendo que, a
cualquier fortuna buena o mala que nos llegue, siempre podemos darle sentido y
transformarla en algo de valor.”
Además de las profundas verdades, en los
escritos de Hesse encontramos un lenguaje poético que nos induce a detenernos
en los detalles que a diario pasamos por alto, pero que a la larga constituyen
nuestra verdadera razón de ser.
Si es cierto que los espíritus de quienes
ya se han ido están siempre presentes, como aseguran nuestros indígenas, no
cabe más que expresar un sincero agradecimiento, en nombre de todos los
buscadores, a aquel gran guía espiritual: Danke, Herr Hesse.