¿Quién irá? — Cuando Dios llama, Él mismo capacita
Querido seguidor de La Promesa Diaria,
Isaías 6 no es solo el relato de un llamado profético; es un espejo espiritual donde todos, en algún momento, nos vemos reflejados. El profeta comienza el capítulo viendo al Señor “sentado en un trono alto y sublime” (Isaías 6:1). La santidad de Dios no lo impulsa primero a hablar, sino a reconocer su condición: “¡Ay de mí, que soy hombre de labios impuros!” (Isaías 6:5).
1. El encuentro con la santidad revela nuestra condición
Cuando Isaías contempla la majestad de Dios, toma conciencia de su fragilidad humana. La presencia de Dios no humilla para destruir, sino para preparar. Así ocurre con nosotros: cuando nos acercamos sinceramente a Dios, Él revela lo que necesita ser sanado, corregido o transformado.
“Cercano está el Señor a los quebrantados de corazón” (Salmos 34:18).
Reflexión:
Muchas veces no avanzamos porque nos sentimos “insuficientes”: no lo suficientemente santos, preparados o capaces. Pero Dios no nos llama por nuestra perfección, sino por nuestra disposición.
2. La gracia de Dios limpia antes de enviar
El carbón encendido que tocó los labios de Isaías (Isaías 6:6–7) simboliza la purificación divina. Antes de enviar, Dios limpia. Antes de asignar, restaura. Antes de confiar una misión, sana el interior.
Esto se confirma en toda la Escritura:
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“Si confesamos nuestros pecados, Él es fiel y justo para perdonarnos” (1 Juan 1:9).
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“Crea en mí, oh Dios, un corazón limpio” (Salmos 51:10).
Reflexión:
Dios no te pide que te limpies para venir a Él; te pide que vengas para que Él te limpie. Su gracia no ignora el pecado, lo transforma.
3. El llamado precede al mensaje
Es significativo que Dios pregunte: “¿A quién enviaré?” antes de decir qué debía hacer Isaías. Primero lo hace mensajero, luego le da el mensaje. Esto revela una verdad poderosa: Dios llama personas antes que funciones.
“Fiel es el que os llama, el cual también lo hará” (1 Tesalonicenses 5:24).
Reflexión:
No necesitas tener todo claro para responder al llamado. Dios no llama a los capacitados; capacita a los que responden.
Ejemplos aplicables para la vida diaria
🏠 En el hogar
Decir “Aquí estoy” puede significar:
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Restaurar una relación familiar rota con humildad.
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Ser paciente y amoroso cuando el cansancio quiere dominar.
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Liderar con el ejemplo, no con imposición.
👉 Ser enviado empieza en casa.
💼 En el trabajo
Responder al llamado de Dios puede verse como:
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Actuar con integridad cuando otros toman atajos.
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Ser una voz de ánimo y justicia en medio de la presión.
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Servir con excelencia, entendiendo que tu trabajo también es un altar.
“Y todo lo que hagáis, hacedlo de corazón, como para el Señor” (Colosenses 3:23).
🤝 En las amistades
Decir “Envíame” puede implicar:
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Escuchar con empatía a quien atraviesa una crisis.
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Aconsejar con amor y verdad.
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Ser luz sin imponer, testimonio sin juzgar.
4. La respuesta que lo cambia todo
Isaías no negocia, no pone condiciones, no pide garantías. Simplemente responde:
“Aquí estoy. Envíame a mí.”
Esa frase resume una vida rendida. No es una expresión de autosuficiencia, sino de total dependencia.
Reflexión final:
Dios sigue preguntando hoy: “¿Quién irá?”
La pregunta no es si eres perfecto, sino si estás disponible. Cuando dices “sí”, Él se encarga del resto.
Nuestro propósito de Vida es: Vivir la Palabra con V de Victoria.
Por: William de Jesús Vélez Ruíz [WilliVeR]
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