Opinión: “De agricultura, clústeres y mentiras”


Un clúster muy promocionado es el relacionado con el cacao, sin embargo, los indicadores oficiales de esta especie no son los mejores para el cultivador. (Foto: Google imágenes).

Por Reinaldo Meneses Quintero - Ingeniero Civil UN

Chicamocha News

Colombia es un país agrícola, así la Misión de Sabios no incluyera un agrónomo entre sus miembros y no se tenga un ministro de agricultura agrónomo, esto implica que la salida que tiene la economía de nuestra Nación debe pasar por la ruralidad colombiana, pues al menos el 50% de su sociedad depende en alguna medida del sector rural, y porque nuestra cultura no se ha podido deslindar de esta actividad, aunque la dirigencia política y administrativa así lo quiera, para que sean otras actividades las que orienten nuestra economía; solamente las actividades extractivas y de minería la han podido reemplazar, pero esto no va a durar para siempre, por lo que tendremos que seguir contando con nuestros campesinos o de lo contrario el país no va a ser viable en el futuro.

Para hacer que nuestra agricultura sea verdaderamente el motor de progreso de nuestras comunidades debe mirarse con inteligencia, no con instinto, como hasta el momento lo venimos haciendo. Ya lo dijo el Doctor Omar Franco en su calidad de director del IDEAM: "En Colombia se hace agricultura histórica, no técnica", frase que nos muestra cuál ha sido el principal error en las políticas agrícolas, emprendidas por nuestros dirigentes, que, en muchos casos, se han hecho con buena intención, pero equivocadamente.

Nuestra posición en el globo terráqueo nos ha dado ventajas y desventajas para el desarrollo de emprendimientos agrícolas. Para aprovechar las ventajas, tenemos que actuar con inteligencia y sacar provecho de las ofertas climáticas, ambientales y de recursos que poseemos y no pretender replicar modelos productivos de otras latitudes y que no son rentables en nuestros medios. Hemos insistido en nuestro caso particular del Cañón del Chicamocha (donde se ha promovido la implementación de cultivos tradicionales, muchos de climas húmedos, que con mucha dificultad se han adaptado a nuestro clima seco poniendo en serios aprietos la rentabilidad de nuestra agricultura), para que miremos otra alternativa de agricultura, probablemente más rentable y adaptable a nuestros ambientes.

El país ha estado viviendo una situación muy difícil con el incremento de los cultivos ilícitos que se han vuelto incontrolables, sobre todo porque no se propone a cambio una solución suficientemente rentable para la comunidad campesina, para que sea al menos igual de rentables que los cultivos ilícitos. Las propuestas ofrecidas a los campesinos implicados en estos procesos, pasan por reemplazar estos cultivos por otros como cacao, yuca, plátano, etc., cultivos que se tienen que hacer por orgullo o dignidad y no por rentabilidad, o porque su cosecha no se vende o porque los rendimientos o precios no se compadecen con el esfuerzo del campesino y siempre estarán en desventaja con las especies ilícitas.

Ahora que el gobierno puso de moda los denominados clúster, se ha venido insistiendo que con las especies promovidas por la institucionalidad se puede armar una cadena de clúster que, aunque con buena formulación, no se garantiza buena rentabilidad en el primer eslabón, que, en nuestro caso, son los campesinos.

Un clúster muy promocionado es el relacionado con la cadena del cacao, sin embargo, los indicadores oficiales de esta especie no son los mejores para el cultivador, pues todas las cifras que se manejan no muestran ser un buen negocio para este tipo de cultivo, por ejemplo, se dice que la producción récord de cacao por año es del orden de 60.000 toneladas, y se muestra como un gran logro, pero si se tiene en cuenta que son 175.000 hectáreas sembradas en el país, no alcanzamos a obtener ni media tonelada por hectárea, lo que significa que los ingresos por su venta no son ni $5´000.000, evidentemente insuficientes para la supervivencia digna de una familia; solo alcanzaría para los insumos y por lo tanto no es una solución para el campo.

En Santander, principal departamento productor de cacao, se habla de 27.500 familias vinculadas a esta actividad. El mercado del cacao se estima en doscientos mil millones de pesos ($200.000´000.000) que, aunque es una cifra significativa, no representa en promedio ni $8 millones por familia, que no es ni la mitad de un salario mínimo; otra vez insuficiente para la supervivencia digna de una familia; y esto en un buen año, cuando no es así, el gobierno asigna subsidios para los cacaoteros, o sea, se tiene que apelar a otros renglones de la economía para sostener estos negocios. ¿Si este es el clúster rentable cómo serán los otros?

No podemos engañarnos como país y engañar a nuestros campesinos con estos sofismas de distracción y seguir sumiéndolos en la pobreza y miseria por el resto de sus vidas, necesitamos actuar con más honestidad e inteligencia y esto solo se logra si asumimos retos y comprometemos a todos los países afectados por esta situación, en generar proyectos verdaderamente rentables para nuestra comunidad campesina. Una rentabilidad sostenible debe implicar ingresos de al menos veinte millones de pesos por hectárea sembrada, que es el equivalente a un salario mínimo, y esto, sin tener en cuenta los insumos agrícolas que de por si son caros, y asumiendo que una familia campesina promedio tiene sembrada una hectárea. Este es el estimado promedio que genera una hectárea de cultivos ilícitos.

Los gobiernos deberían destinar un rubro importante de su presupuesto a identificar e investigar emprendimientos rurales que garanticen la posibilidad de asegurar al campesino cultivos verdaderamente rentables, que sin engaño, sean tan rentables como los ilícitos, porque de otra manera nunca se logrará la sustitución voluntaria que tanto pregona la institucionalidad, y atender y ayudar a las iniciativas de los campesinos y personas visionarias desde entidades como AGROSAVIA, que se ufana de hacer investigación, pero sin resultados que puedan resolver este grave problema. Creeriamos que deberían ser más humildes y aceptar que no son los únicos que tienen visión y conocimiento para este propósito, que no sean tan arrogantes y hagan acompañamiento a iniciativas que no necesariamente tengan que ser propias.

Este enfoque de nueva agricultura lo venimos proponiendo para sacar ventaja del clima seco y especial, que existe en el cañón del Chicamocha, sin que hasta el momento se haya ensayado con nuevas especies de alta demanda y que se podrían adaptar a estos ambientes y ecosistemas especiales. Es hora de probar otras opciones de agricultura, como ya se hizo con el durazno, que se viene replicando con éxito agronómico, pero no comercial, porque las entidades del Estado no han querido hacer acompañamiento y más bien miran a otro lado por ser iniciativas privadas. Debe haber muchos casos como este en el que el gobierno debe tomar algún riesgo, porque hay que hacer ajustes tecnológicos que en algunos casos ya se han venido haciendo, como, por ejemplo, el de la uva de mesa en el Valle del Cauca, pero que no se ha replicado en climas más aptos como el nuestro, según el especialista en uva Dr. Oswaldo Puerto G.

Para mostrar los emprendimientos de nuestros campesinos, hay un caso de iniciativas privadas, relacionado con la Federación Nacional de Batata (Ipomoea batatas), que para muchos va a sonar raro, pues la batata, a pesar de ser una especie de tubérculo originaria de Sudamérica, es desconocida por la mayoría de los colombianos, (también se llama boniato, camote o papa dulce). Un grupo de campesinos costeños tienen al menos 500 hectáreas de este cultivo para atender la incipiente demanda nacional y con la intención de entrar al mercado mundial de batata, que es muy importante, a tal punto que es una de las 10 especies vegetales más sembradas y consumidas en el mundo, China siembra más área que la que tiene Colombia en café. El ciclo productivo es muy corto, pues se logran al menos tres cosechas al año, lo que garantiza rendimientos de más de 50 toneladas por hectárea y si lograran que los países del primer mundo se las compraran, serían proyectos altamente rentables. Sería bueno una ayuda del gobierno en este sentido, es una especie apta para reemplazar cultivos ilícitos.

Otra situación que merece comentario tiene que ver con la república de Perú, que, como se sabe, nos tomó ventaja en temas agrícolas, tiene 30.000 hectáreas sembradas en uva de mesa y arándanos que le representan ingresos del orden de 1.000 millones de dólares, con lo que compran a China toda la soya que consume el país, para cuya producción, estiman que requerirían cerca de un millón de hectáreas. Ellos llaman a esto autosuficiencia alimentaria.

Colombia aspira a hacer parte de la Organización Internacional de Cooperación y Desarrollo Económico, (OCDE), porque nos creemos con derecho a ser parte, y está bien, pero con estas falencias y desigualdades no sería bien visto esta adhesión, por lo que es urgente tomar acciones para superar estos problemas y así garantizar que, de verdad, nuestro país algún día sea equitativo y justo.

El gobierno colombiano siempre ha sido lento e inepto en los asuntos del campo, casi todos los procesos agrícolas que existen en el país han sido de iniciativa privada, solo se actúa cuando ya existe el problema o hay presiones externas, como es el caso de los cultivos ilícitos. Las ayudas a comunidades que hacen agricultura legal nunca llegan o son desviadas por la clase política. La agricultura involucra muchas cadenas y actores, y nuestros campesinos, que es apenas un eslabón, están sin la formación y apoyo necesarios, porque los gobiernos los han ignorado y no tienen la educación ni asistencia técnica agrícola necesaria. Ya es hora que el Estado, no solo sirva para apagar incendios, hay que prevenir los problemas de nuestra comunidad rural, con apoyo constante, inteligente, honesto y decidido, para que Colombia llegue a ser un país viable y por lo tanto con expectativas, como Chile o Perú, y así poder entrar a la OCDE con dignidad y como país en desarrollo.

 

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